El empleo necesariamente debe seguir siendo el tema central que ocupe a los analistas económicos en este año.
Es importante ahondar en los efectos del aumento del 3,4% al salario mínimo que fue reglamentado a finales del 2010. Si bien es cierto que el argumento de los trabajadores sindicalizados, y en general de los obreros que son activos en la economía formal, es que este incremento, al ser contrastado con el del transporte, pareciera ser sólo compensatorio, no es menos impactante el hecho de que, sumado el aumento a la revaluación del 6,4%, el salario mínimo resultó ajustado, en términos de dólares, en casi un 10%.
La inflación, mientras tanto, se estima en un 3%.
Resulta difícil imaginarse cómo podría el sector real encontrar la forma de aumentar su productividad, de tal manera que pudiera absorber un aumento de ese tenor sin deteriorar su posición competitiva.
Más difícil es imaginarse cómo va a crearse empleo dentro de esas circunstancias. No hay que olvidar que la meta del Gobierno no está únicamente dirigida a la creación de nuevos empleos, sino a la formalización de una buena parte de los actuales. Me pregunto cómo va a lograr el Gobierno cumplir esta meta en el caso de seguirse presentando revaluaciones sostenidas.
Lograr un equilibrio entre las tendencias revaluacionistas y las mejoras en los índices de empleo va a requerir una aproximación audaz. Finalmente, se tendrá que considerar un posible cambio de modelo económico, ya que en el mediano plazo no parece sostenible mantener una moneda sobrevaluada acompañada de altas tasas reales de interés.
La revaluación no es un problema interno sino global y, en esa línea, contribuir a resolver dificultades ajenas, al tiempo que se están incrementando las propias, no es algo que puedan permitirse las autoridades económicas. El miedo a soluciones heterodoxas y a cualquier medida que implique, aunque sea leve, una aproximación a una moneda parcialmente “dolarizada” -como el caso de Perú- tiene que desaparecer.
Esto, sin perder de vista ejemplos como el de Brasil o Chile, donde se han presentado revaluaciones considerables durante los últimos cinco años y, a la vez, un aumento sostenido del crecimiento de la clase media, lo que ha llevado a un descenso en los índices de pobreza. Estos casos deben ser cuidadosamente analizados para ver cuáles han sido sus fundamentos y la posible aplicación en Colombia.
Adicionalmente, el tema afecta la imagen del Gobierno: según el más reciente sondeo de Gallup, en los índices de aprobación sobre el manejo específico del tema del empleo, el presidente Juan Manuel Santos cayó 22 puntos. Esto contrasta notablemente con la aprobación en áreas como la seguridad o la política exterior, lo que denota que el reto del presente Gobierno está alrededor laboral y el impacto que sobre este pueda tener la revaluación.
El problema al que estamos abocados como consecuencia de una presión cambiaria es el de una altísima tasa de desempleo, la cual es insostenible en el panorama que vislumbramos para Colombia en el 2011.