El resultado del plebiscito del pasado 2 de octubre muestra que no podemos lograr la paz polarizados. Es un tema que debemos empujar todos juntos si queremos convertirlo en realidad y construir un futuro mejor para Colombia. La palabra clave es unión, y para ello es preciso pasar por la tolerancia, la escucha y la conversación inteligente e inclusiva.
El Gobierno, las Farc y la oposición tienen sus propios intereses en esto, que no necesariamente coinciden con el bienestar de todos nosotros. Lamentablemente, he aprendido esto con el correr de los años: ningún político, presidente o revolucionario va a venir a salvarnos. Y no hablo de Colombia solamente, sino del mundo.
El planeta entero vive una crisis de confianza en sus gobernantes y en sus partidos políticos, debido a que, históricamente, se han concentrado en intereses particulares y no en los generales.
En Colombia, esta desconfianza se materializa en los altos niveles de abstención, ya tradicionales. La mayoría no vota porque cualquier resultado le da lo mismo, porque nada cambia. No concuerdo con esa forma de pensar, pero así es. El nivel de abstencionismo del plebiscito es un mensaje claro para el Gobierno y para la oposición: la mayoría no confía en sus propuestas, ni compra sus peleas, ni se siente representada.
Ahora bien, lo que sigue en las conversaciones con las Farc es un desafío muy grande. Como negociador he aprendido que las negociaciones internas son más duras que las que se adelantan con la contraparte; la victoria del ‘No’ es una muestra de ello. Siempre hay voces recalcitrantes, dentro del mismo bando, que critican y desvalorizan lo negociado y a los negociadores.
Una fórmula para sobrepasar este impasse es incluir a representantes de la oposición en el equipo negociador. Esto probará su real intención de construir y avanzar y les permitirá compartir el peso y la presión de llevar la responsabilidad de la negociación, en el día a día. Es muy fácil ver los toros desde la barrera y lanzar críticas desde esa cómoda posición.
Por otro lado, pienso que los abstencionistas, los del ‘Sí’ y los del ‘No’, coincidimos en una cosa: queremos la paz. Paradójicamente, es posible que esta sea la mejor oportunidad que hemos tenido, como sociedad, para conversar, reconciliarnos y construir ese futuro pacífico que todos queremos.
Por eso, debemos unirnos para exigirle al Gobierno, a las Farc y a la oposición que dejen atrás sus egos y sus ansias de poder para sacar adelante la paz que, como colombianos, como constituyentes primarios, les estamos demandando. Sí.
El resultado del plebiscito no es una solicitud para que se sienten a conversar, es una orden política para que lleguen a acuerdos concretos. Como país, lo venimos demandando desde hace varios años, con la Séptima Papeleta, con marchas multitudinarias, con trabajo honesto, respetando la democracia y participando en este último plebiscito convocado por el Gobierno.
Sin duda, el proceso va a necesitar de una fuerte y constante presión ciudadana y el primer paso es dejar de recriminarnos porque votamos ‘Sí’ o ‘No’. Así no podemos avanzar. Eso nos polariza, nos demora y le permite a todo el que quiera, pescar en río revuelto.
Unámonos y enfoquémonos. Insistamos en que se trabaje con transparencia y voluntad para materializar la paz, que, como ciudadanos y seres humanos, estamos demandando.
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Mandato ciudadano por la paz
Es posible que esta sea la mejor oportunidad que hemos tenido, como sociedad, para conversar, re- conciliarnos y construir un futuro pacífico.
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