Si viviera hoy Robert Louis Stevenson se hubiera inspirado para su novela de ficción en la realidad política colombiana, y en su conductor. El transtorno disociativo de identidad de su personaje (Dr. Jeckl de día, Mr. Hyde de noche), se manifiesta en la del nuestro de manera parecida. El brebaje de la ‘paz’ lo saca de su buen gobierno, de su tercera vía, de su formación patriótica y militar, de su ortodoxia económica, y lo convierte en un ser desconocido para quienes lo promovieron, lo impulsaron y lo designaron. Algunos ejemplos:
El 26 de enero de 1996, Dr. Santos arremetió contra el gobernante de turno, un personaje que llegó al solio presidencial con dineros de dudosa procedencia. En carta al gobernante, Dr. Santos le increpa su conducta y le dice que “le hace daño al país aferrándose al poder”. Remata la carta diciendo: “Todos los colombianos comprendemos el laberinto en que se encuentra. Pero usted no es el primer mandatario que se enfrenta a esta situación límite: el momento cuando confluyen la luz y la sombra en la vida de un hombre público. Otros hallaron la salida con decoro y dignidad. Y sus pueblos encontraron en ese acto, un punto de partida para construir un nuevo futuro”.
Ahora Mr. Paz, en una disyuntiva similar, guarda silencio sepulcral, y ante cada nueva evidencia, afirma que se acaba de enterar. Y les echa la culpa a sus leales escuderos. Como el de 1996, que afirmaba que todo fue a sus espaldas.
En plena campaña del 2010, el 4 de junio, mientras eran impresos los afiches con dinero de Odebrecht, Dr. Santos dijo en televisión nacional y al rival que lo iba a derrotar: “habría que ver cómo aumenta uno los recursos del Estado, pero no subiendo tarifas. En eso, Profesor Mockus, yo le puedo firmar aquí, en piedra, en mármol si quiere, en lo que usted quiera, no voy a subir tarifas”.
Seis años y tres reformas tributarias después, Mr. Paz lideró e impuso la reforma “estructural”, la que subió el IVA, la que creó el monotributo y la que Fitch aplaudió, sabiendo que en el 2018 será necesaria otra que suba más los impuestos. Y eso sin contar el famoso impuesto a la riqueza, dizque para financiar una “guerra” que ya tampoco existe.
El 22 de febrero del 2004, Dr. Santos escribió en su acostumbrada columna, una titulada ‘Ceguera o imbecilidad’, y en ella valientemente atacó al régimen dictatorial de Hugo Chávez, criticando su desconocimiento a las reglas de la democracia y las mayorías, y hablando de la presencia de 20 mil cubanos en Venezuela, que “no son precisamente inocentes maestros y médicos, sino agitadores políticos o expertos de la siniestra G-2 cubana”.
Mr. Paz, desde sus épocas mozas, viene reuniéndose con los narcoterroristas, aun sin permiso de los presidentes de entonces, al amparo y la protección de los dictadores de Venezuela y Cuba.
La lista es larga, pero el papel limitado. Lo cierto es que Dr. Santos y Mr. Paz seguirán desconcertándonos por mucho tiempo más, porque al igual que en la narrativa de Stevenson, el lado oscuro de Paz, perdón Hyde, comenzó a aparecer espontáneamente y se tomó por completo al Dr. Jeckl, a quien el antídoto ya no producía ningún efecto, después de haber asesinado a un congresista.
Sergio Calderón Acevedo
Economista
sercalder@gmail.com
columnista
El extraño caso del Dr. Santos & Mr. Paz
El brebaje de la ‘paz’ lo saca de su buen gobierno, de su formación patriótica y militar, de su ortodoxia económica.
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Sergio Calderón Acevedo
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