Entre las estadísticas que nadie examina, ni siquiera el Ministro de Hacienda, están las de la balanza de pagos y las cifras de inversión extranjera en Colombia. Porque si realmente lo hiciera, el Ministro habría pegado el grito al cielo hace mucho tiempo, habría involucrado a la Dian y a la Fiscalía en sus análisis, y seguramente estaría en conversaciones con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. ¿O será que sí se ha dado cuenta, lo ha discutido con su jefe inmediato, y han decidido no hacer nada para no atraer miradas, ni críticas, ni dañar acuerdos?
Dicen que al país ingresaron en el año contado de julio del 2016 a junio del 2017, US$10,7 millardos por concepto de inversión extranjera, lejísimos de los US$16,3 millardos que invirtieron los deslumbrados extranjeros en el 2014, y apenas una fracción de lo que entrará cuando se consolide la famosa paz. Está bien, alegrémonos: los panameños, los barbadenses, los bermudeños, los caimaneses y las vírgenes británicas (¿?), que generan en suma un PIB como el de Ecuador, y tienen una población como la de Medellín, invierten en Colombia una tercera parte de lo que nos llega de todo el mundo.
Por otro lado, están las cifras de “transferencias personales entre hogares residentes y no residentes”, por la friolera de US$5,1 millardos, y creciendo. Representan las divisas que los colombianos en el exterior envían a sus parientes en el país. Hace 15 años estos regalos ascendían a duras penas a US$ 1,2 millardos. Debe ser que el salario mínimo y las propinas en los países ricos se han cuadruplicado desde entonces. Un examen más detallado revela que la mayor parte de estas transferencias son para los pobres del norte del Valle, Medellín, Bogotá y Risaralda. Esto debe explicar por qué la economía real está en ruinas, pero el desempleo y la miseria no aumentan, según el politizado sistema nacional de estadísticas.
Parece que la tristemente célebre ‘ventanilla siniestra’ está despachando 7/24. Aquella que a finales del siglo pasado permitió legalizar millones de dólares de la delincuencia y la evasión. Y ahora, en los pasillos del Ministerio de Hacienda, le preparan una ampliación, más cajas, para que entren los impolutos ingresos producidos durante medio siglo por los aspirantes a suceder a este gobierno en eternos nueve meses.Se trata de un decreto que elimina la obligación de reintegrar y desembolsar divisas a través del sistema cambiario para operaciones de comercio exterior.
Para que lo entiendan los expertos: esto parece salido de lo más oscuro del Teatro Colón. Para que lo entiendan los legos: de ahora en adelante nadie tendrá que adquirir o vender divisas en el sistema formal para realizar importaciones o exportaciones.
Podrán hacerlo con terceros, de cualquier origen. Para que lo entiendan los banqueros: la jurisdicción internacional no puede ser ignorada ni con JEP ni con decretos que favorecen el lavado.
Así de sencillo es el homenaje que preparan los yuppies de Minhacienda, para conmemorar el medio siglo del Estatuto Cambiario, del Decreto Ley 444 de 1967, que tanto ayudó al desarrollo del sector externo colombiano. Nunca imaginó Carlos Lleras Restrepo en qué caneca terminaría su obra.