La semana pasada fue la del asinceramiento tardío. Por un lado, Juan Manuel Santos admitió en España que “es cierto que los cultivos ilícitos han aumentado en los últimos tres años”, algo inusual en una persona acostumbrada a desestimar los hechos advertidos por analistas que sí conocen los problemas.
Por otro lado, Mauricio Perfetti, el polémico director del Dane, nos confirmó lo que ya se había advertido: que el país está hace rato en recesión. Detrás del cacareado ‘crecimiento’ de 2,2 por ciento del PIB, se esconde una cruda realidad: que el componente de bienes del PIB, el sector real de la economía, sigue en picada. A pesar de ello, se puede mostrar una aparente recuperación económica, diciéndonos que los gastos del Gobierno y el sector financiero son las locomotoras, y añadiendo un supuesto y explosivo crecimiento de 4,0 por ciento en las ‘actividades artísticas’.
El Dane confirma que el sector primario (agropecuario, petróleo y minería) cayó 0,5 por ciento, la industria manufacturera lleva un año completo disminuyendo su producción (cerca de 3 por ciento acumulado en el año) y la construcción, el gran generador de empleo y jalonador de la industria, cayó 8,6 por ciento, completando dos años de postración. Que la construcción de edificios y viviendas caiga 9,1 por ciento, y la infraestructura 1,1 por ciento, siendo los supuestos sectores clave de este gobierno, refleja el completo fracaso de los programas en el sector y el riesgo de más crecimiento del déficit habitacional.
Decir que ‘la economía’ creció 2,2 por ciento, es esconder que la mitad de ella, la de los bienes, produce cada vez menos. Ante la ausencia de una política de productividad y competitividad, no se puede esperar que un país crezca y menos que pueda disminuir la pobreza, generar empleos y aumentar el bienestar. Si solo los servicios crecen (entre ellos, los servicios profesionales, las actividades artísticas y el empleo en actividades del hogar), sin que se produzcan bienes, que deben ser importados cada vez en más cantidad, se está incubando un modelo de atraso, informalidad y destrucción del tejido productivo.
Es necesario que dentro de 78 días, al posesionarse el nuevo gobierno, se decrete una emergencia económica y un plan de choque que permita que los sectores agonizantes vuelvan a andar y a crecer, para disminuir el desempleo, aumentar la formalidad y producir las exportaciones que serán necesarias no solo para reemplazar al petróleo, que pronto se agotará, sino también para pagar la abultada deuda externa que nos dejará de herencia el excesivo e improductivo gasto de los últimos ocho años.
La reducción y racionalización de impuestos para las empresas, el drástico recorte del gasto público, la guerra frontal contra la evasión y la reanimación del aparato productivo serán, desde el primer momento, las máximas prioridades del nuevo gobierno. Por supuesto que hay otras, como retomar la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y la criminalidad, dar solución al tema pensional, meterle gerencia efectiva a la salud, y muchos más, para los cuales no alcanzará el tiempo.
Ese es el país que recibirán Iván Duque y Marta Lucía Ramírez. Afortunadamente, son, de todas las duplas en el podio, la mejor preparada para enfrentar el difícil reto de devolverle gobierno a Colombia después de ocho años de pausa.
Sergio Calderón Acevedo
Perito financiero y docente
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