En este momento hay cientos, tal vez miles de colombianos, deforestando el territorio nacional, tumbando y quemando selva para cultivar más coca, la que invade cientos de miles de hectáreas, porque así lo quiso el Gobierno al entregar a las bandas criminales el estatus de políticas, y a su delito la calidad de conexo con la tal rebelión.
Allí donde se envenena el suelo, que era limpio de cualquier contaminante, se pierde la valiosa oportunidad de explotar la enorme ventaja comparativa que tiene Colombia, llamada biodiversidad.
El clima propicio, abundantes lluvias y recursos animales y vegetales ilimitados, que quisieran tener los demás países, son desperdiciados por un negocio que produce muerte, destrucción y pobreza, como se ve en todos los rincones de la la nación.
Y que infla la optimista cifra de las remesas. Mientras tanto, el mundo desarrollado, principalmente Europa, dedica cada vez mayor proporción de su suelo a la producción de alimentos orgánicos. En el 2016, en los 28 países de la UE, había 12 millones de hectáreas cultivadas con productos orgánicos, que ya son la norma en esa región.
Austria, el campeón del tema, dedica 22% de su área cultivable a productos limpios y más de 20% de su ganado vacuno es certificado orgánico con la muy exigente norma de Bruselas. En el 2016, en EE. UU. se superó la marca de US$40 millardos en ventas, y la parte no alimentaria tiene una gran dinámica.
No solo hay alimentos. También vinos, textiles y prendas, madera y muebles. Por supuesto que papel de celulosa orgánica y blanqueado sin químicos para los escolares y para las oficinas. Y como no producen suficiente, importan cada vez más. Solo en Alemania hay 1.452 importadores de productos certificados como orgánicos.
En la ciudad franconiana de Nürnberg, en enero de cada año, se lleva a cabo la Biofach, la feria temática más grande del mundo. En el 2018, Colombia solo asistió con 7 expositores entre un total de 3.205. La primera presentación del país fue en el 2010, con tres expositores, y no hay un progreso notable.
Para ingresar a esos mercados se requiere contar con certificaciones muy exigentes y costosas, las cuales representan la principal barrera de acceso para nuestros productores.
Se ha fijado el presidente Iván Duque el propósito de aumentar y diversificar las ventas externas. Este es un nicho en el cual puede haber más proactividad de los empresarios y más apoyo institucional de Bancoldex, Procolombia, el Ministerio de Agricultura y de todas las entidades relacionadas con el tema. Ellas pueden, con pocos recursos y con el apoyo de otros gobiernos y agencias de cooperación, tomar por fin en serio el tema.
Podrían empezar negociando con la Unión Europea y con el Departamento de Agricultura de los EE. UU. la homologación de sus certificados con los de nuestro país, para disminuir los costos del proceso. Y no sobran unas exenciones para estimular la actividad. Y que por fin haya un Ministro de Comercio que entienda el tema.
Hay infinidad de productos orgánicos que podríamos estar exportando: café, cacao, madera, frutas, hongos tropicales (comestibles y medicinales) y, por supuesto, aguacate hass, aunque hay que cambiarle el nombre, porque en alemán, hass es odio, como el del candidato que lo propuso.