La actual coyuntura laboral está condicionada por la abrupta desaceleración que ha registrado la actividad económica nacional. El PIB, que crecía a tasas interanuales superiores al 6 por ciento a principios de 2014, ha venido disminuyendo su ritmo de expansión a valores de apenas el 1,2 por ciento en el tercer trimestre del 2016. El Banco de la República prevé que un modesto crecimiento del orden del 2 por ciento anual se mantendrá a lo largo del 2016 y el 2017.
Acorde con el comentado comportamiento del PIB, la ocupación nacional ha venido desacelerando su crecimiento y desde marzo del presente año se expande a una tasa inferior a la de la población en edad de trabajar. Incluso, en los meses de marzo y julio el empleo nacional se contrajo en términos absolutos, comparativamente con los mismos periodos del 2015.
Cuando la población con potencialidad para trabajar –la población en edad de trabajo– de un país crece al 1,4 por ciento anual (como es el caso de Colombia), caídas en el número de ocupados totales, por ejemplo, en julio del 2016 habían 100.000 puestos de trabajo menos que en julio del 2015 a nivel nacional, según el Dane, son síntomas de extrema gravedad en el campo laboral.
Con el pasar de los meses no todos los trabajadores que perdieron su empleo y tampoco todos los desempleados que esperaban conseguir uno, se fueron quedando en el mercado laboral, y las estadísticas del Dane registran un repunte de las personas que han pasado a la inactividad.
En resumen, a lo largo del 2016 la tasa de ocupación (ocupados/población en edad de trabajar) ha mostrado una tendencia a la baja, y la tasa de desempleo (desocupados/población económicamente activa), después de crecer hasta el mes de julio, como consecuencia de los abandonos del mercado laboral y de la mayor inactividad en los últimos tres meses, ha disminuido o se ha mantenido constante, fijándose en octubre en 8,3 por ciento, frente a 8,2 por ciento del mismo mes del 2015.
El empleo más afectado ha sido aquel en pequeñas empresas –los trabajadores familiares, empleadores, asalariados y jornaleros en establecimientos con hasta cinco trabajadores de personal han disminuido 5,2 por ciento durante el primer semestre del 2016– y el servicio doméstico –que se contrajo 7,1 por ciento en el mismo lapso de tiempo–.
Para algunos, lo anterior representa un evento positivo, dado que los empleos que se perdieron fueron fundamentalmente informales. Puede más bien ser, sin embargo, que se trate de indicios de que la desfavorable coyuntura afectó las actividades productivas de pequeñas escala, menos consolidadas y más expuestas a los ciclos económicos.
Por su lado, la caída del empleo del personal doméstico tiene orígenes más estructurales que se remontan a recientes disposiciones legales que han equiparado el trabajo doméstico en los hogares con el trabajo de asalariados en las empresas, y han aumentando el costo de su contratación de parte de los hogares.
Tal es el caso del Decreto 721 de 2013 que hizo obligatoria la afiliación del personal doméstico a las cajas de compensación familiar, y de la Ley 1788 de 2016 que, por su parte, hizo obligatorio el pago de la prima de servicios a estos trabajadores a partir de diciembre del 2016.
Hay que resaltar que la situación laboral apenas descrita es el resultado de tendencias diametralmente opuestas entre zonas urbanas y rurales. Más precisamente, el comportamiento del campo colombiano ha salvado el país de una catástrofe laboral. De hecho, en los centros urbanos las últimas estadísticas disponibles– relativas al trimestre agosto-octubre– muestran una caida interanual de la tasa de ocupación de 60,7 a 59,8 por ciento, y un aumento de los inactivos de 4 por ciento, lo cual, a su vez, ha hecho que la tasa de desempleo creciera solo del 9,4 al 9,6 por ciento.
En las zonas rurales, en cambio, la tasa de ocupación creció de 56,1 a 58 por ciento, la tasa de desempleo cayó de 6,4 a 4,8 por ciento y los inactivos bajaron 1,9 por ciento. En el campo son el empleo público y la actividad agrícola los sectores que jalonan el crecimiento ocupacional.
Los asalariados públicos están creciendo a tasas interanuales superiores al 10 por ciento. Por su lado, la favorabilidad de precios para el productor y la terminación del fenómeno de ‘El Niño’ han propiciado la inversión en cultivos de ciclo corto, que ahora están en época de cosecha y requieren de mano de obra.
Infortunadamente, a pesar del buen comportamiento del campo, las perspectivas laborales en el corto plazo no son halagadoras. La aprobación de la reforma tributaria, que actualmente está cursando en el Congreso, si es aprobada como la propone el Gobierno, afectará considerablemente los ingresos y el consumo final de los hogares. Esto, por un lado disminuirá el aporte de los hogares a la demanda agregada, y, por el otro, empujará a sus miembros a ofrecerse en el mercado laboral para compensar la caída de los ingresos familiares.
La tendencia reciente hacia la inactividad se revertirá, el crecimiento del empleo seguirá estancado y el mercado laboral experimentará importantes aumentos del desempleo.
Stefano Farné
Observatorio del Mercado Laboral, Universidad Externado de Colombia.
Mercado laboral: nos salvó el campo
Ocupación nacional ha desacelerado su crecimiento. Desde marzo de 2016 se expande a una tasa inferior a la de la población en edad de trabajar.
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