Comentaristas como Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, dramatizan el alcance de la crisis griega. No descartan la fractura de la Eurozona y le atribuyen la posibilidad de provocar una crisis financiera global. En realidad, no sólo es europeo el problema; sino que también tendrá que serlo su solución. Esta misma realidad abarca a Portugal.
En columnas anteriores en Portafolio, recordábamos que el 83,6% de la deuda de España, Grecia y Portugal correspondía a entes públicos e instituciones financieras francesas y alemanas.
El aporte del FMI no cambia mayormente la participación franco-alemana en la deuda griega, al quedar combinado con el de la Eurozona en un rescate principalmente a cargo de Alemania y Francia: €110.000 millones durante 2010-2013. Por ello, parecería simple la solución de la crisis.
Se reestructura la deuda griega para aliviar la situación fiscal de Grecia, y Alemania y Francia podrán reducir una ayuda crediticia que poco o nada resuelve, y resarcir en cambio, si a bien tienen, sus propios bancos y entes públicos.
Una estrategia afín cobijaría la deuda portuguesa.
Grecia distaba de cumplir objetivamente el Pacto de Estabilidad cuando cofundó la Eurozona en 1997 y esta membresía hoy impide una respuesta monetaria y cambiaria griega a la crisis, concentrando las medidas nacionales en lo fiscal.
Esta realidad es tan restrictiva como ineludible, al no figurar en la agenda de nadie la salida de Grecia de la Eurozona.
De lo que se trata es de distribuir más equitativamente el costo de la solución al problema. La reestructuración sería una ayuda mayor para Grecia que un segundo rescate Eurozona/FMI (¿para el 2014?) o el desembolso reciente de €12.000 millones del primero porque aminoraría la carga tanto de su deuda como de los recortes de gasto impuestos por Alemania, Francia y el FMI.
La política de estos dos países ante la deuda de los Estados miembros periféricos en dificultad solía confundirse con el interés de sus bancos acreedores. Resaltaba la influencia de los Länderbanken alemanes y la Deutsche Bank. Bajo la batuta del ministro de Hacienda Wolfgang Schäuble, Alemania hoy favorece una reestructuración ordenada. Francia es más cautelosa. De la última cumbre de la canciller Merkel con el presidente Sarkozy salió un comunicado conjunto opuesto a toda reestructuración “no voluntaria”. También la objetan la Comisión Europea y BCE.
Total: griegos y portugueses seguirán padeciendo más austeridad. Esta es innecesaria, inconveniente e ineficaz porque merma el crecimiento y los recaudos fiscales, y si no se reestructura pronto la deuda con los bancos, más rescates tampoco resolverán el desequilibrio fiscal: déficit público esperado del 100% del PIB (Portugal) y superior al 150% (Grecia) en el 2012. La economía política de las dos locomotoras y grandes prestamistas de la Eurozona ha impedido una gestión sostenible de las crisis griega y afines, cuya solución queda hoy en sus manos.