Ojalá vivas en tiempos interesantes, reza el conocido proverbio chino. Ahí estamos: cuatro años de escenografía en La Habana con rupturas, filtraciones, caída de telones y nuevos episodios. Y no culmina aún la pieza de teatro, plagada ella de intríngulis dignos del comediógrafo George Feydeau, el rey de la farsa, y atravesada por líneas rojas inflexibles. La trama no pierde interés. Faltan entregas. De uno de sus episodios del dos de marzo último, se saca en claro que no se equivocó el ‘No’, y el ‘Sí’ tampoco. Todos tenían razón y se manifestaron por la paz, con énfasis en el sí, pero así no. Falta por ver cómo el así conducirá al sí. Trabalenguas para todo lo que está todavía por verse y desenredar.
La tinta no restaña. Lleva fluyendo meses de meses. De ahí saldrá algún premio nacional de periodismo. Será galardón de consolación para tantos esfuerzos sesgados e inconsecuentes, no exentos de insultos. La ausencia de sindéresis conduce a la confusión y a que entre tantas medias verdades, los colombianos se desilusionen. Se llegó el momento de abrazar al contradictor, como ha hecho el señor Presidente, para lo cual es indispensable no descalificarlo.
Muchísimos compatriotas, en el fondo simpatizantes del ‘Sí’, rechazaron la avalancha mediática, tan desorientadora como los malabares del autoproclamado genio del mercadeo que salió a sacar pecho al empatar el ‘No’. Saquen la cuenta: apoyos internacionales a tutiplén, con noticia diaria hasta la apoteosis final en Cartagena; miles de funcionarios, electos o no, haciendo la política, que en el espíritu de la ley les estaba prohibida, y derrochando dineros que también pertenecían a los que opinaban no; farándula y caricaturistas desaforados; pregunta sesgada, no era la paz, sino los acuerdos lo que estaba en juego; enternecedores recuadros de víctimas magnánimas perdonando victimarios, pero sin noticias de las víctimas –muchas– que no perdonan; amenazas de hecatombes tras el ‘No’ y ríos de leche y miel tras el ‘Sí’. La lista es larga.
Parte del asombro al atardecer del día plebiscitario tuvo que ver con la mise en scene: Colombia en la mira del universo. Se quiso dar la impresión, a juzgar por los pronunciamientos internacionales –noticia diaria–, que ningún evento geopolítico mundial, Isis incluido, era comparable con la suerte de 15.000 insubordinados, entre tropas y auxiliares, y la jubilación y albergue de comandantes entrados en años. En palabras recientes de Sandrich: “mi futuro no es la cárcel, mi futuro es el Congreso y el futuro de Colombia es el comunismo”. No por viejos son más sabios.
Muy merecido el Premio Nobel de Juan Manuel Santos. Hay que seguir en la paz hasta el desarme final. El gota a gota de la perseverancia acaba por quebrar el más duro pedernal. Se ha progresado mucho desde el hirsuto discurso de ‘Márquez’, en Oslo, al iniciarse los diálogos y la actual aceptación de la democracia y el Estado Derecho. Habrá que tener en cuenta, empero, cuánto desconfían los colombianos de unos irredentos engreídos que habitan una realidad virtual. El zapato también les aprieta: ¿es acaso su regreso al terrorismo una salida?
Unos años después de fallecido don Sancho Jimeno, el héroe de Cartagena en 1697, la Paz de Utrecht, en 1713, puso fin al conflicto con Inglaterra, que había ensangrentado a España durante los trece años de la Guerra de la Sucesión Española. Una paz que contenía la simiente de conflictos que estallarían durante todo el siglo XVIII. Caveat emptor.
Rodolfo Segovia
Exministro - Historiador
ress7404@me.com
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‘Caveat emptor’
El zapato también les aprieta: ¿es acaso su regreso al terrorismo una salida?
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Rodolfo Segovia S.
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