“Este libro nació de la curiosidad y la frustración”, afirman los autores. En las averiguaciones sobre las vidas de Rodolfo Llinás, Nubia Múñoz, Vladdo, Álvaro Restrepo, Leonor Espinoza, Andrés Orozco-Estrada, Carlos Bernardo Padilla y Simón Vélez, escudriñaron sus métodos para trabajar con creatividad e ingenio. Colombia ha tenido logros inéditos en la última década: el tamaño de la economía se duplicó, más de ocho millones de personas salieron de la pobreza y casi cinco millones pasaron a engrosar la clase media. Sin embargo, nada garantiza que esos logros se puedan mantener y profundizar en el futuro próximo.
Mauricio Reina y Amira Abultaif Kadamany afirman que exploran para saber cuáles fueron las circunstancias corrientes que forjaron su creatividad, pero también para expresar la frustración de saber que ellos son la excepción y no la regla en Colombia, un país lleno de semillas de personas creativas desperdiciadas muchas veces por entornos familiares adversos y prácticas educativas deficientes. Un país abrumado por su pasado de violencia y deslumbrado por el espejismo de una bonanza advenediza, que no se ha ocupado siquiera de cultivar el capital humano necesario para seguir creciendo y generando una vida mejor para toda la población.
Mucha gente cree que la creatividad es patrimonio exclusivo de unos cuantos genios, pero no es así. Los seres humanos somos creativos por naturaleza, a tal punto que de esa condición ha dependido la subsistencia de la especie sobre la Tierra.
“Este libro también nació de la intención de aportar a la mejoría de ese capital humano y lograr que los colombianos puedan ser más creativos en sus propios ámbitos de trabajo”, dicen Reina y Abultaif.