Vera Lúcia Niemeyer está cumpliendo al pie de la letra los deseos de su esposo Oscar Niemeyer, y con la ayuda de un selecto grupo de amigos y familiares finaliza las obras que quedaron pendientes cuando falleció el famoso arquitecto a los 104 años, en diciembre del año pasado.
No es una tarea fácil, pero sí posible. Por eso, el trabajo de Niemeyer, quien dejó esparcidas por el mundo más de 600 obras, comenzando por muchos de los edificios más emblemáticos y la catedral de Brasilia, la capital de Brasil, sigue hoy más vivo que nunca.
Sus peticiones son cumplidas y desarrolladas al pie de la letra por Vera, su segunda esposa, y por fieles colaboradores como el arquitecto Jair Varela, que desde hace años se ocupa del desarrollo de las obras arquitectónicas diseñadas y firmadas por el maestro.
El reloj que inició la cuenta regresiva para el mundial de fútbol que se iniciará el 12 de junio de 2014, y que fue inaugurado por el Rey Pelé en la playa de Copacabana en Río, es una de sus obras póstumas. Hay otras obras suyas en otras ciudades de Brasil y en otros países, que dejó diseñadas y se están desarrollando.
Por otros grandiosos trabajos realizados en Brasil, Argelia, España, Francia, Italia y otros países, Niemeyer recibió en vida decenas de reconocimientos por su trabajo, como el premio Lenin de la Paz (Urss 1963); el Pritzker de arquitectura, el más prestigioso del mundo; el Príncipe de Asturias de las Artes (España, 1989), y el Caballero Comendador de la Orden de San Gregorio Magno (Vaticano 1990).
Por esto también, Vera, su esposa, que además fue su secretaria por más de 30 años, tiene una gran responsabilidad en la preservación de su obra y su memoria.
Dice que ha recibido “gran apoyo y la contribución inestimable de las personas que trabajaban con Oscar”.
Cuenta que lo conoció en 1975, cuando entró como parte del grupo que hacía la revista Módulo, hasta finales de los 80.
“Después, a partir de 1992, trabajé como su secretaria y seguí desempeñando esa función, incluso después de nuestro matrimonio en el 2006”.
Hoy, Vera es la principal guardiana del legado de Niemeyer.
No solo trata de cumplir con todas las orientaciones que dejó el arquitecto antes de morir, sino que preserva con celo el espacio donde trabajó por décadas en el noveno piso del Edificio Ypiranga, frente a la playa de Copacabana, y que Niemeyer compartió, también, con Baudelaire, Sartre, Dos Pasos, Orwell, sus pasiones literarias, y con Vinicius de Moraes, Chico Buarque, Cartola, Tom Jobim, Elis Regina, Elizete Cardoso, otros grandes y, más recientemente, con Jorge Aragão, algunos de sus grandes amores musicales.
Vera afirma que su gran aprendizaje en tantos años al lado del maestro fue que él le enseñó a cultivar el valor de la solidaridad como una cuestión de fe. También, el amor al trabajo y a los amigos. Niemeyer fue un artista en todo el sentido de la palabra, pues hasta novelas escribió. Y ahí está Vera para guardarlo.
UN SUEÑO TODAVÍA INCUMPLIDO
El gran dolor de Vera y la gran preocupación de Niemeyer antes de morir fue no poder terminar, por falta de dinero, ‘ÉL Camino de Niemeyer’, un monumental proyecto arquitectónico en el que se planeaba levantar más de 10 obras suyas sobre un espacio de 72 mil metros cuadrados en el municipio de Niteroi, frente a Río de Janeiro.
“Era una permanente preocupación de Oscar. Quería verlo terminado. Era para él la síntesis de su ideario artístico, de su arquitectura más libre, tan suya y siempre enriquecida por las curvas, por los vacíos y espacios libres”, dijo.
Gloria Helena Rey
Especial para Portafolio