Solo pudimos confirmar que habrá pastel, globos y actividades especiales el 18 de noviembre para celebrar el primer año de vida del monumental Museo de la Biblia, que se inauguró con gran polémica en Washington D.C. hace un año.
Está localizado cerca del Capitolio, del Instituto Smithsonian, incluido el Museo de Ciencias Naturales, y en una ciudad donde aún se debate la separación de la Iglesia y el Estado.
“La misión del museo es invitar a todas las personas a participar en la historia, la narrativa y el impacto de la Biblia. Muchos han venido al Museo pero aún no llegamos al mundo”, respondió escuetamente a Portafolio un portavoz del museo, que pidió no ser identificado, ante la pregunta si se habían cumplido todas las expectativas en su primer año de existencia.
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De dinero solo se habla tangencialmente: supimos, por ejemplo, que la inversión fue de 500 millones de dólares; que no se paga nada por entrar pero que se sugiere una donación de 15 dólares o que se alquilan espacios para eventos varios.
El portavoz del museo consultado por Portafolio no quiso dar cifras sobre el número de visitantes ni tampoco sobre las donaciones recibidas o las ganancias obtenidas por el arrendamiento de los espacios. No obstante, cuando se inauguró hace un año se dijo que se esperaban entre uno y tres millones de visitantes al año.
Solo precisó que “la mayoría de los eventos que ocurren no son patrocinados por el Museo pues las organizaciones alquilan espacios” pero tampoco especificó qué entidades ni el tipo de eventos.
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HISTORIA, OBJETIVO Y CRITICAS
El Museo de la Biblia se creó como un proyecto sin ánimo de lucro y se construyó en tres años. Se invirtieron 500 millones de dólares en un espacio de 40 mil metros cuadrados y 8 pisos, donde se exhiben unas 40 mil piezas milenarias, entre libros y objetos, que hablan sobre los orígenes, desarrollo e importancia de la Biblia en la civilización y que se presentan con el apoyo de la tecnología más avanzada del mundo.
El visitante es impactado, por ejemplo, con una gran pantalla digital de más de 42 metros de largo en el amplio vestíbulo del primer piso y, por otras, que lo trasladan al antiguo Israel, como una especie de preámbulo para un quinto piso donde, apreciará cerámicas, joyas y otras reliquias, como una piedra de una tonelada traída del Museo Occidental de Jerusalén.
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Algunas piezas datan del año 1.700 A.C y hay todo un piso dedicado a la historia de la Biblia y traducciones del libro sagrado en más de 600 idiomas.
El objetivo del museo fue el de honrar a Dios, según dijo el multimillonario evangélico Steve Green, cabeza del emprendimiento, presidente de su junta directiva y también de Hobby Lobby, una cadena de 800 almacenes de manualidades que funcionan en 47 estados y dan trabajo a más de 30 mil personas en Estados Unidos.
No obstante se hacen varias lecturas del emprendimiento. Analistas estiman que de una inversión de 500 millones de dólares se espera, por lo menos, dividendos mínimos para su sostenimiento y no entienden por qué tantos secretos con las finanzas.
Otros, como Annie Laurie Gaylor, presidenta de la Fundación para la Libertad de la Religión, estiman que con el Museo se crea la impresión de que se presiona para “volver a unificar la religión con el Gobierno”, según le dijo a la BBC.
Jacques Berlinerblau, profesor de civilización judía en la Universidad de Georgetown, dijo a periodistas en EE. UU. que Green tuvo una visión clara sobre el papel de la religión en la vida pública y lo que pretendería sería abrir de nuevo el camino para una América evangélica y muy conservadora.
Los argumentos son rechazados por los fundadores del museo que dicen que su proyecto no es partidista, sectario ni evangélico, sino educativo y que se dirige a los fieles de todas las regiones o a los que no tienen fe.
LOS DESAFÍOS
“El museo abrió con éxito y ha acogido a personas de todo el mundo. Cada museo tiene sus desafíos pero, no nos importa centrarnos en los de nuestro primer aniversario. Ha habido algunos, muchos de ellos públicos, pero no queremos centrarnos en ellos ahora”, dijo a este diario el portavoz consultado al responder sobre los logros y los principales tropiezos enfrentados.
Algunos de los desafíos públicos a los que se refiere estuvieron relacionados con denuncias sobre una milenaria Biblia y 5 pergaminos del Mar Muerto, que el museo tuvo que retirar porque la primera había sido robada de la Universidad de Atenas hace más de 25 años y, los segundos, eran falsos.
Eso lo obligó a hacer estudios detallados sobre más de tres mil documentos y a extremar las medidas de seguridad en lo que recibe como donación.
Sobre la Biblia robada o ‘Manuscrito 18’, el Museo explicó en un comunicado que contenía los cuatro evangelios canónicos copiados en griego por un monje en la década del 1.100 y que la obtuvo como donación de un grupo de coleccionistas privados en 2014. También, que al enterarse de su procedencia, no sólo ayudó a la investigación para aclarar los hechos, sino que devolvió el documento a sus verdaderos propietarios y antes de eso, realizó una exposición explicativa sobre el enorme valor y la procedencia de dicho documento.
La Biblia “se había vendido en una subasta pública en Londres en 1998 y era propiedad de un puñado de coleccionistas privados antes de la donación. En 2015, el Museo de la Biblia notificó al Institut für neutestamentliche Textforschung en Alemania sobre la nueva ubicación del manuscrito. Luego, esta información se publicó en la base de datos en línea del Instituto de manuscritos del Nuevo Testamento y en 2016 la profesora Theodora Antonopoulou de la Universidad de Atenas, descubrió que era el manuscrito que había desaparecido de la biblioteca de la entidad desde 1991.
Respeto a los pergaminos del Mar muerto, se anunció que después de realizar análisis con tecnología de vanguardia en Alemania, se concluyó que los cinco fragmentos mostraban “características inconsistentes con el origen antiguo” y, que, por eso, los retiró.
Aunque el museo insiste en que “respeta todas las pautas éticas y de museo sobre el cuidado, la investigación y la exhibición de colecciones”, impera la desconfianza, entre algunos críticos, pues en julio del año pasado la firma de Green fue condenada a restituir a Irak miles de objetos de la era mesopotámica importados ilegalmente a EE. UU.
No obstante, eso no altera los planes del museo para 2019 que, según el vocero de la entidad, “serán los de continuar difundiendo la existencia del Museo de la Biblia e invitando a todos a participar de la historia, narrativa e impacto”, del mayor libro sagrado de todos los tiempos.
Gloria Helena Rey