Durante su último discurso público, Benedicto XVI se despidió de los fieles Católicos con estas palabras: “ya no soy el pontífice, sino un peregrino más”, dejando atrás ocho años de pontificado y protagonizando uno de los sucesos más sorprendentes, de los últimos seiscientos años en la historia de la Iglesia, al decidir dar un paso al costado y abandonar la dirección de la religión más grande del mundo, con cerca de 1.196 millones de seguidores.
El acto de despedida, frente a unas diez mil personas reunidas en la plaza de Castel Gandolfo, fue verdaderamente emotivo, pues el 28 de febrero del 2013 quedará en los anales como el día en que un papa moderno, de casi 86 años, eligió ceder su trono a un sucesor, como él lo describió con más fuerza para generar el cambio que la Iglesia necesita.
Una vida de oración
Ahora, el papa emérito, dignidad que le ha sido asignada, pasará por lo menos dos meses en Castel Gandolfo, habitual lugar de veraniego de los papas, mientras finalizan las obras del monasterio de monjas de clausura ‘Mater Ecclesia’, que se levanta en los jardines del Vaticano, donde fijará su residencia permanente, para dedicarse hasta el día de su muerte, a orar por la comunidad Católica.
Entre las pocas personas que podrán verlo y hablar con él están su hermano, también religioso; su secretario, monseñor Georg Ganswein y, posiblemente, el nuevo papa, quien se entrevistaría con él para pedirle consejo.
A LA ESPERA DEL SUCESOR
Entre los 144 cardenales de los que se despidió ayer, se encuentran los 115, menores de 80 años, que podría suceder a Benedicto XVI en su función como líder de la Iglesia Católica, y así se los hizo saber al decirles: “entre vosotros está el futuro papa, al que prometo mi respeto incondicional y obediencia. Continuaré rezando, especialmente en estos días (del cónclave)”, dijo Ratzinger, marcando un hito.
Con ello, se dio comienzo a la fase de Sede Vacante -tiempo que va desde que fallece o renuncia un papa hasta que se elige el sucesor-.
El gobierno provisional de la Iglesia pasó a manos del cardenal camarlengo, que es, a su vez, el Secretario de Estado, Tarcisio Bertone.
Lo primero que Bertone debió hacer, fue sellar el apartamento papal y el ascensor que lleva al mismo, en el Vaticano. Igualmente, debe destruir el anillo del Pescador, que simboliza el poder pontificio, y desde hoy, el cardenal decano, Angelo Sodano, comenzará a llamar a los purpurados del mundo para preparar el cónclave que elegirá al sucesor de Ratzinger y participar en las congregaciones preparatorias, la primera de ellas, para el próximo lunes 4 de marzo.
Con Agencias