En Colombia, la necesidad tiene, literalmente, cara de perro, o al menos así es para un grupo de “emprendedores ambulantes” quienes, con pan en mano, se han convertido en la salvación de más de un comensal que puede acceder a perros calientes o hamburguesas desde tan solo 1.000 pesos o, si lo desea, por 500 depreciados pesos más, un combo con gaseosa incluida.
La realidad es que, como estos vendedores trabajan en la informalidad, nadie sabe con certeza cuántos hay en Bogotá. Aunque su modelo de negocio no es nada nuevo, se ha convertido en algo tan común, y rentable, que los puestos de perros callejeros han proliferado en todas las localidades de la capital.
Un perro caliente estándar está compuesto por una salchicha sancochada, pan, cebolla picada, queso, papa y 5 salsas.
Aníbal Madrid lleva 4 años subsistiendo de esta manera. Trabaja de lunes a sábado afuera de la estación de Transmileno de la calle 63 con Caracas, una zona de alto tráfico de estudiantes y trabajadores.
Según cuenta, le compró el carrito a otro vendedor ambulante luego de que alguien le dijera que era un buen negocio; sus ‘perros’, como los de sus compañeros, comienzan desde los 1.000 pesos y van subiendo hasta los 3.000 (el valor depende de la calidad de la salchicha, la más costosa es “tipo americana”).
En un día promedio, Madrid dice que vende hasta 100 perros, trabajando 6 horas, y gana cerca de 80.000 pesos sin necesidad de trasnochar. Los insumos los consigue en salsamentarías que ya tiene identificadas; y todas las cosas son “de marca”.
Las salchichas para los perros de 1.000 pesos son de marca San Francisco y cuesta 3.000 pesos el paquete de 13; las de 2.000 pesos son Distraves y las de 3.000 marca Porchi.
Por su parte, Cristian Beltrán lleva 3 años en este negocio y compró su propio puesto luego de tener un altercado con su anterior empleador: un exitoso “perrero” (como se hacen llamar) que ya tiene 16 carritos en la localidad de Chapinero y le pagaba 200.000 pesos semanales por operar uno de los “negocios”.
En el caso de Beltrán, adquirió su carro por 750.000 pesos en un local especializado, valor que incluía los primeros insumos para trabajar. En su caso, la calle 85 con carrera 15 es el lugar predilecto para trabajar, pues allí puede cobrar 500 pesos más por el “combo de entrada”.
En la zona, lo más común es trabajar en las noches, pues son los jóvenes quienes, al salir de los sitios de rumba ubicados en el sector, consumen este tipo de alimentos; también lo frecuenta personal de logística al terminar la jornada.
“Hasta ahora, vendo 30 perros cada día, mis compañeros venden más porque llevan mucho tiempo en la zona y se han cotizado”, indicó. “Es un buen negocio, muy rentable, aunque bastante duro por la trasnochada”, agregó Beltrán.
Al terminar la jornada, los ‘perreros’ parquean sus carritos en bodegas, parqueaderos o casas aledañas a su lugar de trabajo. Por cada noche deben pagar 3.000 pesos por el servicio (según dicen, en algunos lugares pueden guardar hasta 200 carritos en una noche, aunque no solo de perros calientes). ¿A cómo?...
Al otro lado de la ciudad, en el centro, un hombre de 60 años ha marcado un hito en el negocio de las comidas ambulantes. Se llama José Becerra, aunque es mejor conocido como ‘el señor Mac Dowels’ por el furgón que lleva este nombre e instituyó, hace 5 años, el eslogan que ahora marca la pauta en las comidas de este tipo: ¿A cómo? A mil.
Según cuenta Becerra, escuchó este perifoneo en una venta de uvas ambulantes y decidió acuñarlo en su negocio, lo cual, increíblemente, lo convirtió en un referente para sus compañeros.
Aunque su menú incluye también perros calientes, es mejor conocido por las hamburguesas de 1.000 pesos, que están hechas de pan, queso, tomate, lechuga, carne marca Carficol y salsas.
Pese a que en Colombia no está instituida la venta de furgones para el negocio ambulante, Becerra cuenta que compró el chasis y lo mandó a adaptar al mejor estilo neoyorquino: tiene todo lo que se necesita para preparar las comidas, desde las planchas hasta una zona donde están las pipetas de gas.
Salubridad , el gran cuestionamiento
Aunque muchas personas, particularmente jóvenes, acuden a estos puestos de comida, el sector formal cuestiona la salubridad que hay en estos alimentos.
En este mismo orden de ideas, Rafael España, director de asuntos económicos de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), considera que la proliferación de estos negocios es un retroceso en los avances que se han hecho en materia de salud pública y educación en la ciudad.
“Uno valora el emprendimiento de la gente, pero estos productos son, claramente, un atentado en contra de la salud”, asegura. “Calcule la calidad de una hamburguesa de 1.000 pesos, la baja calidad que debe tener la materia prima y la cantidad de grasas trans que debe tener, sin contar con la mala manipulación de esos alimentos. No es cierto que mugre que no mata, engorda”, sostiene Rafael España.
Adicionalmente, subraya el tema de la invasión del espacio público que hacen estas personas como otro de los problemas tras ese emprendimiento callejero.
“Es un emprendimiento que no se debe aplaudir ni condenar, pero que significa un riesgo. Además, el derecho al trabajo no puede estar por encima del derecho que tiene la ciudadanía al espacio público”, agregó.
Cristina Bustamante
Redacción Portafolio