Desde hace algún tiempo vengo compartiendo inquietudes y preocupaciones intelectuales con un grupo de amigos que cada vez crece más, acerca de los temas reiterativos en mis columnas e investigaciones: brecha digital, brecha cognitiva…y algunos más, concomitantes.
Adriana Molano Rojas y Paula Álvarez, de ICDL Colombia, son algunas de esas amigas. Me permití apropiarme, prácticamente, del título de la conferencia de Adriana en el pasado Encuentro Internacional Virtual Educa, celebrado anualmente durante junio, y que ya es un evento imprescindible sobre educación, innovación y TIC en América Latina y el Caribe. Es promovido por la OEA y sus cinco últimas versiones tuvieron lugar en Puerto Rico [2016], México [2015], Perú [2014], Colombia [2013]y Panamá [2012]. Hay que agregar que la última edición en Colombia fue un éxito, pese al paro del magisterio.
Otro de esos amigos es Guillermo Santos Calderón, mi compadre del alma, quien en reciente columna (‘A innovar la educación’) dijo: “En muchos países el diploma de profesional ya no tiene peso y las empresas contratan por el conocimiento sobre los temas, se tenga cartón o no. Los certificados que se expiden luego de tomar cursos tienen mucho valor, y lo bueno es que expiran, lo cual hace que la persona siempre se actualice. Los diplomas profesionales también deberían expirar y renovarse” (http://bit.ly/2tkyi7u).
Desde hace rato he venido insistiendo, en todos los sitios posibles, acerca de algo que la Unesco ha denominado la brecha cognitiva. Para no enredar tanto la pita, hay algunos que prefieren hablar de la nueva brecha digital.
Hace apenas dos años decía aquí que el director del programa de Administración de Empresas de una universidad pública me había confesado, sin ambages, que no sabía utilizar las herramientas móviles para almacenar y compartir archivos en la nube y que le daba mucha pereza modificar documentos en un dispositivo móvil. Ayer no más, al escribir esta columna, un alto funcionario municipal de una ciudad del Caribe me confesó que su smartphone de alta gama solo le servía para llamar, ‘wasapear’ y ‘facebukiar’.
Anoto ese par de ejemplos para indicar cuál es esa nueva brecha digital o cognitiva. Lo he dicho de manera simplista, pero muy gráfica: un profesional sin habilidades y competencias digitales y que no hable inglés, hoy en día, es medio profesional.
La Ocde, ese club de buenas prácticas al que queremos ingresar, define todo lo anterior así: “Distancia en el acceso, uso y apropiación de las tecnologías, tanto a nivel geográfico, socioeconómico (entre quintiles de ingreso) y también en las dimensiones de género, en articulación con otras desigualdades culturales”. Eso es la brecha digital y cognitiva.
ICDL (International Computer Driving Licence) define la brecha digital como “la diferencia que existe en el acceso tanto a infraestructura como a habilidades relacionadas con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre países desarrollados y países en desarrollo, y entre personas de cada país”.
Hoy, no hay lugar a dudas, existe una enorme brecha digital entre las primeras cinco ciudades del país y el resto de Colombia, tanto en acceso a las TIC como en uso y apropiación de las mismas.
El Estado, la Nación y los entes territoriales de Colombia vienen invirtiendo, cada vez más, ingentes recursos para conectividad, el aprovisionamiento de dispositivos y de software, la capacitación y la adecuación de espacios, todo con el propósito de cerrar la famosa brecha digital. Desde diferentes ministerios y entidades (Como Colciencias y Sena, entre otras) se alientan y financian programas que, muchas veces, duplican esfuerzos y recursos. Derivado de lo anterior nace la necesidad de aclarar que la apropiación de las TIC va más allá de la implantación de infraestructura y el asistencialismo consistente en regalar activos de TIC (Tabletas, PC, portátiles, videobeams, et). Se han identificado numerosos factores que pueden perjudicar la adopción de las TIC, ligado ello a diversas variables y situaciones que llegan determinar su dimensión y su impacto. Por ejemplo, el e-Friction Index, definido como el conjunto de factores que pueden inhibir que clientes, consumidores, empresas y otros participen plenamente en la economía de internet, tanto en lo nacional como en lo internacional, sobresale en su concepción contemporánea de la brecha digital y nos deja muy mal parados (Zwillenberg, Field, y Dean, 2014).
Después del paro del magisterio, deberíamos preguntarnos sí nuestros docentes tienen las habilidades y competencias para el mundo digital de hoy; tal parece que no es así. Desde las altas esferas del Estado prefieren ver el vaso medio lleno y es entendible. El MinTIC y el Ministerio de Educación Nacional (MEN) deberían contratar un estudio serio, con entidades reconocidas por su idoneidad, que les permita conocer qué tan seria es nuestra brecha digital. Las desigualdades intrarregionales asustan cada vez más y qué decir de las internacionales.
Nicola Stornelli García
Analista e investigador de las TIC
¿Para qué estudiar si existe Google?
Hoy, sin lugar a dudas, hay una enorme brecha digital entre las primeras cinco ciudades del país y el resto de Colombia.
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