Existe una superstición que dice que las perlas traen lágrimas, pero pocos saben que proviene de una creencia popular, que como muchas, se aparta completamente de la realidad.
Resulta que en la antigüedad, las perlas eran tan escasas y costosas que muy pocos eran los afortunados que las podían adquirir.
La nobleza las utilizaba, junto con otras joyas y gemas, primordialmente durante las ceremonias importantes de carácter público y así, los reyes, emperadores y sus cónyuges llevaban costosos collares, anillos y aretes de perlas en eventos oficiales y de gran expectativa popular, como sus bodas y funerales.
A lo lejos, el pueblo observaba asombrado a sus dirigentes llorando en esos dolorosos o muy emocionantes momentos, siempre luciendo sus preciosas y codiciadas perlas.
La ignorancia de la gente inmediatamente las relacionó con las lágrimas de sus líderes.
Siglos más tarde, el señor Kokichi Mikimoto logró exitosamente crear la primera perla cultivada del mundo, construyendo así una próspera industria y poniendo estas gemas a disposición de todas las mujeres del mundo.
Desde hace más de 118 años, la joyería de Mikimoto posee una calidad atemporal: el balance perfecto entre la innovación y tradición, siempre apropiada y siempre a la moda.
Después de varios años de experimentos y ensayos, en 1893 Mikimoto logró exitosamente crear la primera perla cultivada del mundo.
Inmediatamente envió a sus artesanos a Europa para perfeccionar el arte del diseño y producción de joyería.
Estos conocimientos, complementados con la estética y las técnicas de manufactura japonesa, produjeron la distinguida originalidad de los diseños de Mikimoto.
En 1899, con su primera gran colección, el señor Mikimoto abrió su primera tienda de perlas en el distrito de Ginza de Tokio y se convirtió en el joyero insignia del Japón.
Sus collares inmediatamente se distribuyeron en todo el planeta haciendo realidad su sueño de que las perlas cultivadas estuvieran disponibles para adornar los cuellos de mujeres en todo el mundo.
Las perlas se forman de manera natural cuando un cuerpo intruso, como un pedazo de concha o un grano de arena se aloja en el interior de una ostra viva.
La ostra comienza entonces a recubrir este cuerpo extraño e irritante con un velo protector de carbonato de calcio, llamado nácar, que eventualmente forma la perla.
El proceso del cultivo de las perlas imita al natural, pues manualmente se coloca un núcleo de concha en el interior de las ostras más sanas haciendo que cuando estas son devueltas al mar en unas mallas de metal, la naturaleza haga su parte y el implantado núcleo sea recubierto poco a poco con apreladas capas de nácar.
Ricardo Kling Hasche
Especial para Portafolio