Toda empresa y entidad busca mejores resultados, mejor servicio al usuario y prestigio. Por lo menos aquellas que saben que el éxito está en la satisfacción del mercado o el público al cual atienden, y no solo en obtener utilidades.
En tal sentido, tanto el sector público como el privado buscan en sus ministros, gerentes o directores –en el caso del primero-, y en sus gerentes generales o CEO –en el segundo- las mismas competencias para alcanzar tales metas.
Asimismo, requieren habilidades específicas, pues sus públicos y su razón de ser son diferentes. Un CEO podría caracterizarse por dirigir sus capacidades al pensamiento estratégico y analítico, mientras un director lo hará hacia el carisma y la inteligencia emocional. Así lo plantea María Cristina Mejía, socia de CTPartners –firma global especializada en la búsqueda de ejecutivos-.
Pero, ¿por qué esta diferencia de habilidades? En efecto, aunque son características compartidas, su desarrollo depende del entorno al que se esté más o menos expuesto. En el sector público, por ejemplo, un director es evaluado por un entorno muy amplio que incluye a la opinión pública. En el privado, ese ‘termómetro’ es, en mayor medida, una junta directiva.
¿Es suficiente esto para suponer que quien se ha desempeñado en lo privado, no puede hacerlo en el público, o viceversa? Por el contrario, ambos están capacitados, incluso son complementarios, pues de cada ‘mundo’ pueden aportar al otro.
Así, ‘las mejores prácticas’ del sector privado pueden enseñar al público sobre ‘velocidad de ejecución’, en tanto el privado aprender del conocimiento universal de la economía que tiene un ministerio, sostiene Mejía.
En tal sentido, al pensar en elegir un CEO o un director se debería ver más allá del espectro habitual y encontrar en el lado contrario perfiles que potencien a las organizaciones.