El ministro de Hacienda declaró que Colombia debe “adecuar la estructura tributaria a la nueva realidad”, la de que nuestro país es de clase media pero mantiene impuestos de uno pobre. La tal oposición debe tomar nota y estudiar atentamente el tema, antes de ordenar a sus enmascaradas huestes destruir todo el mobiliario urbano.
Detrás de las palabras del ministro Carrasquilla descansa la crudísima realidad de que la presión tributaria, el porcentaje de los recaudos del gobierno frente al PIB, es apenas 14%. Mientras tanto, el gasto público representa 28% del PIB, y crece sostenidamente.
Sí, Colombia es un hogar que gasta el doble de sus ingresos, y ello solo es posible porque cuenta, como heredero con fideicomiso abultado, con las rentas de Ecopetrol, el Banco de la República y otros lucrativos negocios. Y lo anterior se complementa con un abultadísimo endeudamiento, que cada año roba una grandísima tajada del presupuesto para su servicio.
Mientras tanto, los colombianos de mayores ingresos voltean la cara a su obligación de aportar de acuerdo con su capacidad de pago. Vimos, en el ‘oso’ de la publicación de las declaraciones de renta de las ministras de Santos, que una de ellas tuvo ingresos por más de 1.000 millones en 2016, y pagó a la Dian ridículos 14 millones.
Y el de otra de sus ministras, terrateniente del Magdalena, que sin rubor declaró un patrimonio de 120 millones. Claro, vivimos en la cultura de los dividendos y de la elusión a través de colocar todos los activos en sociedades de papel y al costo fiscal. El mismo mandatario quedó en evidencia en ese capítulo de cinismo.
Nos escandalizamos por tener uno de los Ginis más altos del mundo (0,54), pero nadie cuestiona que el mismo indicador aplicado a la posesión de activos financieros supera 0,75, y que, en el caso de la tierra, es 0,95.
En el tema de la desigualdad está ocurriendo lo mismo que con el del cambio climático: cuando se haga algo ya será muy tarde, solo que las ‘gretas’ de la desigualdad serán hordas de desempleados y pobres que no manifestarán su inconformismo en la ONU ni les pondrán caras de esposas bravas a los ‘Trumps’ de este mundo.
Aunque el ministro Carrasquilla haya dicho que no habrá más reformas tributarias, es hora de aceptar de que hasta ahora no ha habido ninguna, y que ello es lo que ha puesto a las finanzas públicas al borde de la quiebra. Las tales reformas no han sido más que ‘cuotas extraordinarias’, como las que decretan ocasionalmente las asambleas de copropietarios.
La verdadera, la estructural, la que evite el colapso de la democracia en Colombia, tiene que pasar por la ‘nueva realidad’ de Carrasquilla: la que ponga a las personas naturales a pagar, la que obligue a los que destruyen el medio ambiente a pagar su limpieza, la que haga que desparezcan los privilegios, las excepciones y las exenciones.
La que grave la tierra, como lo proponía Hernán Echavarría Olózaga, y las motos de menos de 125 cc, como las más de 600 mil que son vendidas al año y que usan la infraestructura tanto como los demás colombianos que también pagan peajes.
Sergio Calderón Acevedo
Economista