En una era marcada por la rápida evolución tecnológica, las instituciones de educación superior se han visto impulsadas a propiciar una adaptación constante, para estar a la vanguardia de cambios vertiginosos que han surgido con el Internet de las Cosas, la Inteligencia Artificial, o el 'blockchain', pero sin dejar de lado la integración humanística, a partir de la formación ética, el fomento del pensamiento crítico, y el cuidado de la salud mental.
“Hoy en día, los desafíos históricos se entrelazan con los contemporáneos, y los estudiantes demandan más. Exigen programas flexibles, personalizados, globales y tecnológicamente avanzados. La educación debe evolucionar para responder a esta nueva realidad”, indica José Manuel Restrepo, rector de la Universidad EIA.
Sin embargo, destaca, que tal adaptación no recae solo en los alumnos, sino también en los profesores, quienes deben comprender que el aprendizaje ahora es un proceso bidireccional. “El estudiante, en el actual contexto, se convierte en el protagonista, y el maestro, en un guía. Por tanto, las instituciones tendrán que transformarse para ofrecer currículos flexibles, prácticos y alineados con el mundo real”.
Adaptación tecnológica y curricular
En el ámbito tecnológico, la llegada vertiginosa de la inteligencia artificial y otras innovaciones no solo ha impactado a la educación, sino a todos los sectores de la sociedad. Para Restrepo, “si bien el avance tecnológico ha redefinido la forma en que operamos, aprendemos y abordamos los problemas, no debe eclipsar el valor humano. Formar individuos críticos, éticos, felices, responsables, íntegros y comprometidos sigue siendo esencial”.
Este camino, en su concepto, implica una educación que integre tanto los objetivos cuantitativos, como los aspectos subjetivos y humanísticos, para lo cual no solo se demanda una adaptación tecnológica, sino también una redefinición de los roles dentro las instituciones.
“Para que la transformación educativa que planteamos se dé, debemos trabajar en un modelo que apunte a que el estudiante sea protagonista de su propio proceso formativo, impulsando una educación más centrada en el individuo y sus proyectos individuales. Una educación más personalizada”, resalta el rector.
Al mismo tiempo, la evolución de la educación superior implica cambios curriculares significativos. Las universidades no solo deben priorizar la flexibilidad y personalización de los programas de estudio, sino que los currículos deben estar alineados con las demandas de la cuarta revolución industrial, incorporando tecnologías emergentes, fomentando la enseñanza basada en proyectos y desafíos, y promoviendo un aprendizaje activo y práctico que empodere a los estudiantes en sus procesos de formación.
Ampliando la mirada
La integración internacional es otro de los pilares fundamentales para la educación contemporánea. “Las universidades debemos fomentar la interacción con comunidades científicas y académicas a nivel global. En este sentido, los programas de intercambio, el bilingüismo en los programas y la doble titulación son esenciales para brindar a los estudiantes experiencias enriquecedoras, perspectivas interculturales, y una preparación para un mercado laboral cada vez más globalizado. La colaboración internacional en investigación y proyectos académicos contribuyen al avance del conocimiento y a la formación de profesionales capacitados para enfrentar los desafíos mundiales”, argumenta Restrepo.

Universidad EIA
De otro lado, la sostenibilidad no puede ser pasada por alto, pues las universidades tienen la responsabilidad de promover prácticas sostenibles en todos los niveles, desde la infraestructura de sus campus hasta sus programas académicos. “La educación superior debe ser un faro en la promoción de un futuro más sostenible, saludable y equitativo para la humanidad”, resalta. En última instancia, las instituciones deben salirse del modelo del claustro, para interactuar, hablar, escuchar y proponer caminos y respuestas a la sociedad, abordando sus desafíos desde la innovación, el emprendimiento, el conocimiento y el aprendizaje, más allá del tradicional modelo universitario que hablaba desde su “torre de marfil”.
La Universidad EIA asume la responsabilidad de aportar a la construcción de un futuro sostenible y próspero para la sociedad en conjunto, no solo abrazando esta visión vanguardista, sino impulsándola con audacia y determinación.
“Nuestro compromiso con la sociedad implica no solo formar profesionales altamente capacitados, sino también ciudadanos responsables y conscientes de su entorno. Para ello, trazamos rutas formativas flexibles y que se adaptan a las necesidades de cada estudiante, procurando tener cercanía con cada persona en el desarrollo de su proyecto de vida, con el acompañamiento de docentes calificados, la mayoría de ellos inmersos en formación doctoral”, apunta Restrepo.
Asimismo, la EIA impulsa modelos convergentes de investigación que marcan pauta en sus respectivos campos. Sin embargo, la innovación se materializa en cada rincón de su campus, donde se fomenta incansablemente el emprendimiento de base tecnológica, ofreciendo espacios propicios para la creación de empresas y la gestación de iniciativas transformadoras. De esta manera, la EIA no solo se adapta al futuro, lo crea.