Desconfiar de las ideologías, cualesquiera que sean, es siempre saludable. En nombre de las ideologías se han cometido los mayores atropellos, injusticias y atrocidades en la historia. La ideología, en la medida en que es un “conjunto de ideas que caracterizan a una persona, escuela, colectividad, movimiento cultural, religioso o político”, tiende a encerrar la verdad dentro de las paredes estrechas de una forma exclusiva de ver la realidad. Para quien es partidario de esa ideología esta perspectiva es, además, superior a las demás.
Tal vez producto de nuestra traumática experiencia republicana, desde el Frente Nacional, el gobierno de Colombia se ha caracterizado por un marcado pragmatismo desprovisto de grandes contenidos ideológicos.
Desde la izquierda se insiste en que Colombia ha sido siempre gobernada por una ideología neoliberal mientras el país clasifica en el puesto 60 a nivel mundial en el índice de libertad económica de Heritage Foundation donde además se afirma, en el informe de 2022, que “Colombia ha registrado una pérdida general de libertad económica de 4,6 puntos desde 2017”.
La verdad es que nuestro país ha sido gobernado por moderados y tibios lo que explica que, a pesar de problemas tan serios como el narcotráfico y la inseguridad, hayamos sido capaces de seguir progresando. El milagro colombiano existe y es su capacidad de avanzar en medio de unos desafíos que habrían desbaratado a otras sociedades.
Pero regresando a la ideología y a sus males, el país lleva varios meses sometido a fuertes descargas de ideología. El problema con la ideología al momento de gobernar es que nubla la capacidad de ver la realidad. Ni Cuba ni Venezuela son buenos modelos de salud pública.
Son todo lo contrario. Tampoco es cierto ni realista que podamos, en diez años, sustituir los ingresos del petróleo por exportaciones de aguacates. Por ello sería una posición cargada de ideología la de afirmar que nuestros modelos de salud, pensiones o el energético son perfectos. No lo son y sin duda tienen oportunidades de mejora. Pero es una posición puramente ideológica la de sostener que son un desastre y que no tienen ningún mérito ni resultados positivos.
La primacía de la ideología hace imposible buscar consensos políticos para las reformas, lo que agrava la polarización. Porque la ideología es el instrumento principal de quienes recurren a la división como estilo de gobierno. Putin, Maduro, Ortega o Trump son buenos ejemplos actuales de ideólogos en el poder.
Puede ser cierto que la moderación sea la ideología de la mediocridad. Pero es una que tiene la virtud de evitar que los excesos ideológicos agraven los problemas y enfrentamientos sociales. Las descargas cada vez más fuertes de ideología nos pueden convertir en un economía de libertad reprimida como son hoy Bolivia, Cuba o Venezuela.
MIGUEL GÓMEZ MARTÍNEZ
Decano de Economía Universidad del Rosario
migomahu@gmail.com