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El dilema negativo

El sistema financiero global seguirá inundado de liquidez proveniente del mundo desarrollado y de muy bajas tasas de interés por mucho tiempo.

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Varios bancos centrales en el mundo desarrollado han adoptado una política monetaria de tasas de interés negativas luego de haber agotado su arsenal de políticas convencionales. Esto significa que los bancos comerciales efectivamente deben pagar intereses por los recursos (o reservas) que mantienen depositados en el banco central, en vez de que sean remunerados, como ocurre bajo condiciones normales con tasas de interés positivas. Los bancos más notables que han adoptado esta política son el Banco Central Europeo (-0,40%), el de Japón (-0,10%), el de Suiza (-0,75%), el de Dinamarca (-0,65%) y el de Suecia (-0,50%), que corresponden a países que en conjunto representan una cuarta parte del PIB mundial.

El principal objetivo que se busca es que, para evitar pagar este costo adicional sobre las reservas que se depositan en el banco central, los bancos comerciales incrementen su demanda por activos o títulos de corto plazo, empujando las tasas de interés de éstos a la baja e incluso a terreno negativo. De esta forma, los inversionistas procurarán evitar estas bajas tasas en los activos de corto plazo, y los inducirá a demandar activos de largo plazo, como bonos soberanos, corporativos o hipotecarios, o a ofrecer más créditos comerciales, de consumo, y de vivienda (en el caso de los bancos comerciales).

Lo anterior debería reflejarse en una disminución generalizada de las tasas de interés de largo plazo asociadas a dichos activos y a los préstamos bancarios. De conseguirse esto último, la expectativa es que se afecten positivamente las decisiones de inversión y de gasto de los agentes y que se genere un estímulo a la demanda agregada.

Sin embargo, un problema que teóricamente surge con la adopción de tasas de interés negativas es que los agentes preferirán mantener sus recursos en efectivo, que es un activo que paga cero intereses. Si un banco comercial decidiera transmitir el costo de tasas negativas a sus clientes, cobrándoles por sus depósitos (que sería el equivalente a una tasa de interés negativa en las cuentas de ahorro o en los certificados de depósito), en vez de remunerarlos, éstos últimos podrían optar por retirar dichos depósitos y convertirlos a efectivo.

En la práctica, una tasa de interés negativa no necesariamente resulta en ese cambio de preferencias puesto que mantener grandes sumas de dinero en efectivo puede no ser seguro o conveniente y hay cierto costo asociado a hacerlo. No obstante, si la tasa de interés es suficientemente negativa, habrá un nivel a partir del cual retirar los depósitos y convertirlos a efectivo resultará menos oneroso y los bancos comerciales se verían en la necesidad de encoger el tamaño de sus activos, posiblemente reduciendo la disponibilidad de crédito a la economía.

En consecuencia, los bancos comerciales no podrán transmitir el costo total de unas tasas de interés muy negativas a sus depositantes, así que el apretón en sus márgenes y en sus utilidades se acentuaría. Lo anterior también afectaría la oferta de crédito y potencialmente podría generar un aumento de las tasas de interés en todo tipo de préstamos, que es el efecto contrario que buscan los bancos centrales con una política de tasas de interés negativas.

Un entorno de tasas de interés negativas, especialmente a partir de cierto nivel, también puede producir un efecto negativo en la estabilidad financiera a través del mercado monetario. Los fondos del mercado monetario en el mundo (fondos de inversión colectiva en activos de muy corto plazo), particularmente relevantes en EE. UU. y en menor medida en Europa y Japón, tradicionalmente prometen a los inversionistas la capacidad de retirar al menos la totalidad de su dinero en cualquier momento. Por eso, los fondos del mercado monetario son considerados casi tan seguros como dinero en efectivo. El incumplir esta promesa puede generar una corrida de recursos de estos fondos, como ocurrió durante la crisis financiera de 2008, cuando uno de ellos anunció que las perdidas asociadas a sus tenencias en papeles comerciales de Lehman Brothers (el banco de inversión que quebró en septiembre de 2008) impedía que pudiera repagar la totalidad del capital invertido en dicho fondo.

Con tasas de interés de política monetaria negativas, se incrementa sustancialmente el riesgo de que estos fondos no puedan cumplir con su promesa de repagar al menos el 100% del capital. Los fondos del mercado monetario son una fuente muy importante de financiamiento de capital de trabajo para el sector corporativo en los países desarrollados, así que una corrida de recursos de estos fondos puede interrumpir el normal funcionamiento del mercado y desembocar en una crisis financiera y económica.

Para el caso específico del Banco Central Europeo y del Banco de Japón esperamos que sus tasas de interés de política se mantengan en terreno negativo por un tiempo prolongado, pero según explicamos previamente, hay un límite de qué tan negativas pueden ser, a la vez que sus resultados sobre la demanda agregada han sido muy limitados hasta el momento. Por esta razón creemos que este tipo de política no convencional podría estar agotándose en momentos en que se podrían necesitar más medidas de estímulo monetario en esos países. Esto implica que hay una mayor probabilidad de que estos bancos centrales extiendan sus programas de inyección de liquidez a través de la compra de activos, que es la otra medida de política no convencional que sí tiene espacio para ampliarse. En consecuencia, el sistema financiero global seguirá inundado de liquidez proveniente del mundo desarrollado y de muy bajas tasas de interés por mucho tiempo.

Andrés Pardo Amézquita,
director Ejecutivo de Investigaciones
Económicas de Corficolombiana.

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