Los números de crecimiento económico de Colombia para 2017 cerraron como estaba previsto por analistas independientes: casi rozando el 2, con un 1.8 por ciento de crecimiento, lejos del nivel de 2.5 por ciento que en su momento, para febrero de 2017, se anunciaba por voceros oficiales. Son cifras más bien de estancamiento, pero dentro de las consideraciones sobre qué sectores crecen, emerge la preocupación del empleo como medio de abrir oportunidades para la población.
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De nuevo se tiene el caso de que Colombia ha sido –junto a Uruguay, Trinidad & Tobago y Perú- de las naciones en las cuales se tuvo menos impacto por la crisis financiera de 2008. Sin embargo, al revisar las cifras de desempleo, también es Colombia el país que muestra este indicador relativamente alto, con niveles persistentes que nutren las tasas de crecimiento de la informalidad. Esta última representando un 48 por ciento de la población económicamente activa del país.
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En Colombia es posible advertir que el empleo no se genera tanto como sería deseable al determinar los grandes sectores productivos que empujan el aumento de producción. Estos sectores que crecen no tienen un mayor efecto multiplicador en la generación de puestos de trabajo formales. Son los sectores financieros, un poco el repunte en la agricultura y los sectores mineros y petroleros los que han generados mayores aumentos para el producto interno bruto (PIB). Estos sectores, con excepción de la agricultura, no impactan tanto como sería deseable en los niveles de generación de oportunidades laborales para la población.
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Además, tómese en cuenta que el sector agrícola aumentó casi un 5 por ciento, pero venía de cifras bajas, con lo que se puede evidenciar un efecto de “rebote estadístico”. En todo caso, la industria, que genera un componente por demás importante en la promoción del empleo formal muestra a 23 de sus 39 sub sectores con números en rojo, en déficit.
Es alentador que el comercio haya crecido. Es estima que el consumo es responsable de un 64 por ciento del aumento de la producción en el país, pero esta variable –tal y como era de prever- no ha tenido un gran repunte; entre otras causas, por el aumento del impuesto del IVA, el cual ha alcanzado el nivel de 19 por ciento. Una quinta parte del precio de los bienes y servicios que son afectos por esta tributación tiene sobrecargo de impuesto. Se trata de una modalidad de ingresos fiscales regresiva, y por tanto terminan pagándola más, en términos marginales, quienes menos salario poseen.
El crecimiento económico en función de que sea sostenible en el país requiere de una política fiscal y monetaria expansiva que no descuide la inflación, pero que ante todo promueva un aumento de la producción a la vez que se fortalece la capacidad empresarial, el emprendimiento y la innovación. En esto es de considerar además, el impacto que está teniendo la drástica devaluación del peso colombiano.
Esto último, más que impulsar las exportaciones, está conformando un escenario en el cual se tienen presiones inflacionarias al imponerse ahora un dólar más caro. Además, se requieren componentes importados para la generación de productos en lo internacional.
Giovanni E. Reyes,
Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.
Profesor Titular y Director de la Maestría en Dirección de la Universidad del Rosario