El desgaste laboral o burn-out (como se le llama en inglés), es un fenómeno que empezó a estudiarse hace cerca de 20 años para describir el malestar generado por las tensiones emocionales y físicas producidas por el trabajo o sus condiciones. Y que, más temprano que tarde, terminan por afectar la mente y el cuerpo del trabajador, su productividad y su entorno.
Aunque existieron varias teorías desde el plano clínico para cualificar y definir este cuadro y se abordaba de manera sintomática a partir de sus manifestaciones, la Organización Mundial de la Salud (OMS) zanjó la discusión conceptual al incluir al desgaste laboral en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), que se utiliza para establecer tendencias y estadísticas sanitarias.
Según la agencia, este mal debe caracterizarse ahora como “síndrome resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito. Y se caracteriza por tres dimensiones: sentimientos de falta de energía o agotamiento; aumento de la distancia mental con el trabajo o sentimientos negativos o cínicos frente a este; y eficacia profesional reducida”.
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Está exclusivamente relacionado con el trabajo, aclara la OMS. Pero según Juan Vicente Conde, miembro honorario de la Sociedad Colombiana de Medicina del Trabajo, por incluir tantas manifestaciones, como estrés, ansiedad, insomnio, desapego al trabajo, cinismo, irritabilidad, cansancio físico, baja productividad y hasta dolores musculares, a la hora del diagnóstico suele quedarse dentro del cúmulo de lo que se conoce como enfermedad general.
Ahora, la decisión de la OMS de declararla como una enfermedad autónoma, que quedará en firme en el 2022, compromete a los países a que definan protocolos de diagnóstico y rutas de tratamiento para los pacientes, aclarando que hoy no existen datos exactos de cuántas personas padecen este mal en Colombia y en el mundo.
Conde insiste en que en el caso colombiano este trabajo debe ser ajustado de manera urgente por los Ministerios de Salud, del Trabajo, las ARL, médicos y empresarios. “Es un elemento muy importante dentro del sistema general de riesgos laborales”, agrega.
UN RETO PARA EL SISTEMA
Para Rocío Ramírez Ospina, especialista en salud ocupacional de la Universidad del Rosario, la declaración de este síndrome le plantea al país el enorme reto de avanzar en el diagnóstico de enfermedades laborales, una tarea que al compararse con países industrializados muestra graves rezagos.
Según cifras de la Sociedad Colombiana de Medicina del Trabajo, las tendencias de seguridad laboral no son coherentes con la realidad mundial. Mientras en el mundo en el 2013 por cada accidente de trabajo hubo 6 enfermedades laborales diagnosticadas, en Colombia en el 2017 hubo 140 accidentes por cada enfermedad.
El año pasado, para no ir lejos, según estadísticas del Fondo Nacional de Riesgos Laborales, hubo 645.135 accidentes laborales y solo 10.437 enfermedades laborales calificadas, lo que para Conde no es sinónimo de buena gestión sino de precarios métodos para ligar enfermedades a causas relacionadas con el trabajo.
De hecho, Ramírez apunta que ni en Colombia ni en los países latinoamericanos se han desarrollado modelos propios y lo que se encuentra son abordajes a partir de lo que se ha hecho en regiones industrializadas, “con enfoques marginales de todo lo que implica”. Ramírez indica que hay otros retos no solamente desde el plano administrativo sino académico para todos los profesionales de la salud, que ahora deben aprender y entender este nuevo mal para diagnosticarlo con certeza. “Se puede pensar que en el país la presencia de esta enfermedad es muy común, pero no se sabe a ciencia cierta porque el subregistro es demasiado grande”, manifiesta.
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El psiquiatra Rodrigo Córdoba, director del departamento de psiquiatría de la Universidad del Rosario, complementa que en Colombia, donde más del 10 por ciento de la población padece algún trastorno mental que amerita tratamiento, pero solo 1 de cada 10 logra acceder a él, el desgaste profesional o burn-out puede ser prácticamente invisible a la hora de su calificación.
IMPLICACIONES ECONÓMICAS
Si bien el diagnóstico toca a lo clínico y lo médico, incluirlo como enfermedad tiene implicaciones administrativas y económicas. El viceministro de relaciones laborales e inspección, Carlos Alberto Baena, le dijo que al ser catalogada de esta forma deberá ser aceptada a la hora de establecer incapacidades y en el momento de calificar la invalidez de un trabajador, de acuerdo con los diagnósticos de especialistas y decisiones de las juntas de calificación de invalidez.
Eso choca con el dato del Fondo Nacional de Riesgos Laborales, que indica que solo la mitad de las enfermedades laborales reportadas en el 2018 fue calificada como tal, un porcentaje de rechazo que cada vez es mayor.
Vale recordar que en el 2008, las enfermedades mentales laborales fueron reconocidas como causa de incapacidad en Colombia, según la Resolución 2646, pero hoy son la inmensa minoría en las causas por las que incapacitan a los colombianos.
CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ Y RONNY SUÁREZ
Redacción Salud@SaludET