El auge de los nuevos populismos en el mundo, como los de Donald Trump y Jair Bolsonaro, ha supuesto una gran amenaza para las economías por la incertidumbre que generan. Sin embargo, como asegura Santiago Iñiguez, presidente de IE University y coeditor del libro ‘Business Despite Borders: Companies in the age of Populist Anti-Globalization’, el sector empresarial ha aprendido a superar las barreras que estos movimientos imponen y se han convertido en el mejor instrumento para combatirlos.
¿Cómo ve la marcha que tiene el mundo actual?
A pesar de que algunas noticias son malas desde una perspectiva de desarrollo social, sostenibilidad o integración global, claramente asistimos a un retroceso por el auge del populismo y nacionalismo. Creo que hay razones para el optimismo, principalmente por tres factores.
En primer lugar, porque las nuevas generaciones tienen una orientación característicamente global, un perfil y mentalidad más internacional, son personas comprometidas, cultivadas y competentes que manejan relaciones en todo el mundo. Por ejemplo, en las votaciones que se han producido, estas generaciones lo han hecho en contra de las opciones populistas.
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El segundo es el desarrollo de las tecnologías; aunque hay quienes piensan que van a afectar al empleo o que las máquinas gobernarán, claramente la tecnología humaniza el trabajo, favorece la integración laboral y crea oportunidades. Finalmente, vemos un auge del espíritu emprendedor y social, por lo que pese a que se ven brotes de xenofobia o rechazo a la inmigración, en términos globales prima un espíritu integrador.
¿La tentación del populismo se produce por fallos en la educación?
La educación ha ido mejorando, pero es posible que no hayamos prestado suficiente atención a la formación continuada, y teniendo en cuenta que la edad media de las personas se ha alargado y, por consiguiente, la edad de jubilación, eso demanda una formación continua con más urgencia que antes.
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Los profesionales cambiarán tres o cuatro veces de carrera y, por eso, tendrán que desarrollar nuevas habilidades y conocimientos. Eso garantizaría una mejor integración de las generaciones más senior, entender mejor el nuevo contexto, diseñar nuevas estructuras institucionales y nuevas formas de democracia que integren mejor las diversas formas de pensar y den respuesta a las necesidades de todos. Lo que ha generado el abrazo a estas opciones es la desconexión con la política y la crisis de las clases medias. El populismo tiene sus días contados, pero aún puede generar efectos negativos.
¿Estos nuevos populismos son negativos para la economía?
El impacto que tiene el populismo en el mundo empresarial y económico es el de generar más incertidumbre, que creíamos que habíamos reducido, pero en un entorno de conocimiento infinito, se ha incrementado, y eso potencia la volatilidad.
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¿Cuál es la lección para los empresarios?
Que quizá nunca se va a reducir la incertidumbre y, por eso, tienen que aprender a manejarse y tomar decisiones con independencia del entorno macro. Realmente los grandes éxitos empresariales surgen siempre en el entorno micro.
Asimismo, el proteccionismo, que parece proteger a las empresas, siempre contribuye a un decrecimiento de la economía y a inhibir las inversiones, por lo que a largo plazo genera efectos perjudiciales. Lo bueno es que las empresas ya han aprendido a sortear estos obstáculos, por lo que el mejor antídoto para la mala política internacional son los buenos negocios internacionales.
¿Es posible hoy pensar en desarrollo sin globalización? ¿Cuál fue la gran decepción de los Brics?
Se anticipaba que las nuevas potencias podrían ocupar un lugar más relevante, pero si no se ha producido un éxito en su desarrollo internacional, como en los casos de Brasil, India o Rusia, ha sido por no abrir los mercados al contexto internacional, no generar inversión directa o no reducir las barreras arancelarias. Con medidas proteccionistas nunca se van a proteger los sectores estratégicos de cada país.
¿Qué más pueden hacer las empresas frente al populismo?
Hay dos fenómenos que ya se han consolidado; uno es la responsabilidad social y su escrutinio por parte de los agentes sociales, hoy cualquier decisión empresarial es sometida a esa vigilancia, por lo que los CEO tienen la necesidad de justificar sus decisiones. Eso genera otro fenómeno, y es que estos sienten la demanda de hablar cuando se produce una injusticia, un hecho o movimiento que va en contra de los principios básicos de la democracia o los derechos humanos.
Además, la integración actual, con la tecnología, es irreversible, cualquiera puede dirigir sus servicios a cualquier parte del mundo, por lo que poner trabas a esos negocios es muy difícil. Cabe resaltar que las alianzas y joint ventures se van a multiplicar y van a ser un instrumento clave entre las empresas para enfrentar el mundo futuro.
¿Cree que las consultas populares son un riesgo?
Vivimos en un momento en el que los populismos acuden mucho a la democracia directa y, en ese sentido, se debe apelar a los principios básicos. A lo largo de la historia se ha usado la representación porque es una manera más competente y profesional de democracia que, al final, redunda en los intereses de los ciudadanos. Eso sí, hace falta repensar el parlamentarismo, profesionalizar el mundo de la política, crear espacios de discusión e implementar los principios y garantías del periodismo en las nuevas formas de generación de información. Estamos en un momento de transición. Las situaciones de crisis son para crear oportunidades.
¿Cómo forman a los empresarios para la economía del futuro?
El gran cambio que la tecnología está generando en la educación es, por un lado la personalización de esta y, también, la posibilidad de evaluar esas capacidades y medir el aprendizaje y, por tanto, ajustar todo esto a los gustos y tendencias de las personas. La educación ahora es más humana, más flexible, y tiene muchos mejores resultados.
Rubén López Pérez
rublop@eltiempo.com