Más de la mitad de la población del país trabaja en la informalidad, según reveló un estudio de la ONG Cuso Internacional y el Gobierno de Canadá.
De acuerdo con el documento revelado este miércoles, el 66% de los colombianos no tiene un contrato legal o, aunque lo tiene, no goza de las garantías de protección social que exige la ley, lo que hace que también se les considere informales.
Una de las explicaciones dadas por la organización es que “casi la mitad de la fuerza laboral dura vinculada a un trabajo formal entre siete y 11 meses”, lo que consideran que representa un reto para encontrar estabilidad a futuro.
(El 48,2% de los trabajadores en el país son informales).
La investigación también indica que la edad juega un papel determinante en la informalidad. Al iniciar el ciclo laboral, la juventud registra una tasa de cerca del 61,4%. Este fenómeno se explica, según los investigadores, porque las personas jóvenes usualmente encuentran una puerta de entrada al mercado de trabajo en las actividades informales.
En la siguiente etapa, de los 29 y 40 años, la tasa de informalidad desciende al 56,3%, pues los trabajadores alcanzan mayores niveles de experiencia y educación, es decir, se trata de su fase más productiva. Luego, entre los 41 y 50 años, el índice empieza a subir al 67,8%, estando por encima de la tasa presentada entre los jóvenes.
El periodo en que este fenómeno se dispara después de los 61 años (92%), “pues es cuando los adultos mayores buscan cualquier fuente de ingresos con tal de lograr su sobrevivencia y enfrentar los riesgos asociados con su vejez”, dice la investigación.
“Es frecuente oír entre las personas jóvenes que lo más importante es conseguir trabajo, incluso si es informal, porque luego se pueden ubicar en uno formal. Pero lo que hemos encontrado es que eso no es verdad, una equivocada colocación daña los trayectos laborales de las personas, de ahí que la informalidad laboral sea una constante que afecta a una gran proporción de la población trabajadora a lo largo de todo su ciclo de vida”, señaló Andrés Barón, asesor del sector público de Cuso Internacional.
Así mismo, los resultados indican que, aunque el 60% de los trabajadores informales devenga menos del salario mínimo y no cuentan con seguridad social, llegar a tener un empleo formal que les pueda generar un salario mínimo legal, “no les garantiza necesariamente una mejora de sus condiciones de vida”, apunta el reporte.
Lo anterior, se traduce en una falta de estímulo para buscar ser formales, pues el estudio registra que la población trabajadora que gana el salario mínimo ha perdido significativamente su poder adquisitivo y, de hecho, se puede concluir que las personas que tienen este rango salarial hoy, son más pobres que las que devengaban el salario mínimo hace diez años.
“Al comparar los ingresos de toda la población, en la actualidad una pareja (jefe de hogar y su cónyuge) gana en promedio, en términos reales, dos veces menos de lo que ganaría hace 10 años, de acuerdo con su edad, estudios y formalidad laboral.
En el caso de las parejas con ingresos iguales o inferiores a dos salarios mínimos, esta brecha es ligeramente superior a tres veces, por lo que esta población es aún más vulnerable”, dice el documento.
Así mismo, el documento explica que, dadas las limitaciones que representa el salario mínimo para cubrir los gastos diarios, las personas trabajadoras que ganan esta remuneración afrontan grandes dificultades en momentos críticos marcados por enfermedades y accidentes que incluso, en algunos casos, son de carácter laboral. Y aunque los asalariados deben contar con seguridad social para sobrellevar estas situaciones, en algunas ocasiones el salario mínimo no les permite cubrir los gastos adicionales resultantes de estos episodios, por lo que siempre deben apoyarse en una red familiar o institucional para subsistir.
“Es cierto, las personas trabajadoras que ganan un salario mínimo no están abocados a la inanición. Pero es alarmante que la probabilidad de que esta remuneración realmente les permita salir de la pobreza sea inexistente”, concluyó Alejandro Matos, Director de Cuso International en Colombia.
Por otro lado, encontraron que la educación definitivamente marca la pauta a la hora de conseguir un empleo formal. En concreto, la educación primaria aumenta en 50 puntos porcentuales la tasa de informalidad laboral frente a la educación superior.
Sin embargo, llama la atención que el 36% de la población con estudios universitarios en Colombia también trabaja en la informalidad, es decir, uno de cada cuatro.
En cuanto a los sectores económicos, el agropecuario y el minero presentan las tasas de informalidad laboral más altas en el país (88,7%), seguido por el comercio (78,2%) y la construcción (74,1%). Por su parte, los renglones industrial (54,3%) y de servicios (48,5%) presentan las menores tasas de informalidad en Colombia.
“Lo otro que hemos descubierto, es que la flexibilización laboral no ha funcionado realmente para abrir más puestos de trabajo en el país, como se planteaba en el 2002. Los cambios que se hicieron en ese momento en materia regulatoria han dado paso a que se precarice el mercado laboral”, concluyó Andrés Barón.