Aunque las discusiones actuales al respecto, conllevan mucho entusiasmo, es muy probable que la invención del teléfono inteligente se encuentre en el corazón de esta cuarta revolución industrial. A lo largo de estas revoluciones hemos tenido: en la primera (1786 aproximadamente) la máquina de vapor y sus aplicaciones; en la segunda, a partir de 1860, la electricidad, el automóvil y el teléfono; en la tercera, luego de 1920, la aviación, la energía atómica y los antibióticos; y finalmente la cuarta, la revolución tecnológica e informática de nuestros tiempos, la que involucra, entre otros aspectos, la robotización.
El punto a destacar aquí es cómo cada vez, con mayores avances de tecnología, se desplaza la mano de obra “original” o “tradicional”. Pero no sólo es eso. Cada vez se requieren mayores niveles de inversión en educación y preparación. Pero también –y este es el punto clave- los empresarios requieren de mayores acondicionamientos en los trabajos, de mayores inversiones en capital fijo o variable, mismos que permitan la creación de empleos más sofisticados.
De manera creciente, el crecimiento económico -tal y como tradicionalmente lo medimos, tanto por la vía de la demanda como de la oferta del Producto Interno Bruto- necesita mayores cuotas de ascenso para poder jalonar los niveles de empleo. Esto en lo macroeconómico.
No obstante, en lo microeconómico, en el ámbito de las unidades de producción, los márgenes de rentabilidad –asociados a los diferentes tipos de utilidad, ya sea bruta, operacional o bien neta- se van estrechando, es decir requieren de mayor inversión fuera del pago de la mano de obra. Nótese que la rentabilidad reconocida como utilidad sobre los costos totales, varía en razón directamente proporcional al ingreso neto, y a la vez, lo hace de manera inversamente proporcional a la inversión fija o material.
De esa cuenta, se van haciendo mayores, los niveles de costo material en comparación con los pagos de la fuerza de trabajo, ya sea ésta calificada o no calificada. Esto como resultado de los más altos o complejos niveles de tecnología que se utilizan. Un ejemplo, a manera de ilustración, se tiene con el famoso robot Sofía, quien fue presentado oficialmente en Naciones Unidas el 11 de octubre de 2017. Se le concedió “ciudadanía” en Arabia Saudita el 25 de octubre de ese año y puede sostener relativamente, una conversación. Su costo, según la empresa fabricante, Hanson Robotics de Hong Kong, es de unos 57 millones de dólares.
Sí, ahora aún constituye una cifra alta ese costo, pero la estandarización tecnológica avanza. No sólo es el tema que la telemática y la robótica desplazarán mano de obra humana en oficios, tareas y profesiones. Se trata de que aumentará los costos de capital fijo o material en función de lo competitivas que deseen ser las empresas. Los márgenes de rentabilidad, en ese sentido tenderán a estrecharse. Es posible que a partir de este fenómeno y considerando los mecanismos muy fluidos de compartimento y traslado de circulante, se esté fortaleciendo la economía financiarista, respecto a la economía real de nuestros sistemas de mercado. Es decir que la tendencia es contar con menos recursos para los procesos económicos relacionados con la producción de bienes, servicios y oportunidades de empleo.
Giovanni E. Reyes,
Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.
Profesor Titular y Director de la Maestría en Dirección de la Universidad del Rosario.