Al margen de su justificación y de los antecedentes que rodean el derecho de una nación a tener un Estado, lo que debe analizarse son los efectos que por el aprovechamiento de este hecho se puedan derivar en las circunstancias actuales. Una cosa es reconocer la existencia del Estado palestino como hecho político, y otra crearlo, considerando lo que se requiere y los intereses que intervendrán en su proceso de consolidación. ¿Cómo se estructurará y qué contenido y orientación se le dará? Para responder este interrogante hay que tener en cuenta que nación palestina está dividida y que cada facción buscará imponer su control al nuevo ente. De una parte está Al Fatah, con la Autoridad Nacional Palestina y el margen occidental, con más reconocimiento internacional y el deseo de muchos países de que el nuevo Estado continúe en sus manos, pero como una organización creada dentro de la tradicional concepción de una Comunidad Árabe de Naciones que ha venido perdiendo terreno ante la de un Frente de Naciones Islámico con un alto contenido religioso y extremista. En el otro bando se encuentra Hamás, con la Franja de Gaza, movimiento religioso de posiciones extremas y con más apoyo popular, que buscará imponer su orientación al nuevo Estado. Con ello saldría fortalecido Irán, y las presiones sobre Arabia Saudí y Egipto serían muy grandes. Dentro del juego de balances de la zona, donde las concepciones seculares árabes se enfrentan con las islámicas clericales, los dos pesos en la balanza estaban representados por Egipto e Irán. El primero acaba de recibir el impacto del cambio de una forma de gobierno de muchos años y aún, a pesar de la fortaleza de los militares, no hay una consolidación definitiva. Fue precisamente Egipto quien con su entendimiento con Israel y el bloqueo a Gaza contuvo posiciones extremas como la de Hamás. En el fiel de la balanza está Israel, frente a quien girarán muchas de las acciones que se catapultarían por el hecho de la creación del nuevo Estado palestino. Reanudar la lucha terrorista contra este país sería un elemento fundamental dentro del reacomodo de fuerzas por venir. Hezbollah, en el Líbano, y Hamás, en Palestina, con el apoyo de Irán reanudarían e intensificarían sus ataques a Israel, directamente o por mano ajena, para inducir una respuesta militar contundente y prácticamente inevitable. Así se desatarían las pasiones que genera en el mundo árabe el enfrentamiento con Israel, justificándolo y legitimándolo, y a su vez debilitando la posición de Al Fatah y de Egipto y Arabia Saudí. El mismo dictador de Siria podría salir beneficiado en el embrollo en que se encuentra, al distraer la atención llamando al nacionalismo antiisraelí, y la Hermandad Musulmana en Egipto podría sacar una gran tajada de este mismo hecho. El incidente marítimo con Turquía, que ha alejado un importante soporte de Israel -el cual muy seguramente fue orquestado para producir este efecto, junto con la posición débil de Estados Unidos y su retiro de Irak, esto abre aún más el apetito de Irán-, lo que hará es fortalecer las pretensiones extremistas que ven llegada su hora, con lo cual Israel, al ser la 'piedra de choque', deberá defenderse con todo. Más que crear un Estado, se estaría gestando una crisis de efectos incalculables. Decano de Economía Universidad Sergio Arboleda alberto.schlesinger@usa.edu.co helgon
Finanzas
08 sept 2011 - 5:00 a. m.
Entre lo abstracto y lo concreto
El próximo 20 de septiembre las Naciones Unidas deberán votar sobre el reconocimiento del Estado palestino.
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