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Carlos

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Finanzas

31 may 2007 - 5:00 a. m.

Si es absurdo, es lógico

He tratado infructuosamente de explicarles a mis amigos en el exterior qué es lo que ocurre en Colombia. Aclaro que son intelectuales, profesores universitarios y funcionarios de misiones internacionales.

POR:

Por ejemplo, cuando hablamos de la política social no hay ningún problema en su comprensión. Ya casi todo se hizo en los países latinoamericanos: reformas a la educación básica pública en desordenados programas para aumentar la cobertura sin mejorar la calidad o las inversiones; el deterioro del presupuesto de las universidades públicas; un creciente proceso de privatización; la misma recentralización del Estado y la implementación de las conocidas políticas asistencialistas contra la pobreza sin un ánimo de modificar condiciones estructurales ni atar el crecimiento al desarrollo o a una mejora en las condiciones de la distribución del ingreso o del empleo. El desconcierto viene cuando analizamos conjuntamente los aspectos políticos. A mí me toca circular por un laberinto y a ellos, prácticamente sin excepción, les produce laberintititis y preguntan, preguntan y preguntan y, la verdad, me es imposible responderles con alguna coherencia. ¿Cómo es eso del proceso de la ‘Ley de Justicia y Paz’ sin que, al parecer, se cumpla lo mínimo de la normativa internacional de verdad, justicia y reparación? Y yo trato de explicarles con la dialéctica presidencial que aquí “nunca hubo un conflicto armado”, que todos los actores eran terroristas, que la infiltración en los cuerpos armados del Estado era tan solo de unos pocos, que las decisiones del Congreso no fueron tomadas con una amplia influencia de los aliados de los paramilitares, que los empresarios del campo y de la ciudad que financiaron esos grupos armados fueron unos pocos, que los genocidios y las fosas comunes eran necesarios para conseguir la paz en las regiones, que los muertos y sus familias (ahora desplazados) no son víctimas sino victimarios, que los aparatos políticos y militares al margen del Estado permanecen intactos en muchas de las zonas de influencia de los representantes de los paramilitares y la ‘parapolítica’ y tantas cosas más. ¿Pero cómo puede producirse tal grado de impunidad sin que tan dicientes delitos sean materia del escrutinio de la Corte Penal Internacional? La respuesta allí es clara: a finales del último gobierno y en el empalme con el actual se decidió aplazar temporalmente el ingreso pleno de Colombia al Tratado de la CPI, por ello todo hay que hacerlo antes del vencimiento de esa reserva. De otra manera, un alto porcentaje de lo que se está aprobando sería objeto del estudio de la competencia de ese tribunal. ¿Y, cómo es eso de apelar a ‘Razones de Estado’ para excarcelar guerrilleros y ‘parapolíticos’? No tengo ni idea pero estoy casi tranquilo porque la dialéctica gubernamental me dará todas las explicaciones el siete de junio. Será un día histórico para la nación y para la definitiva consolidación de los equilibrios entre las ramas del poder público. ¿Y qué piensa el pueblo colombiano? No sé. Será que sufre de amnesia colectiva. Lo educamos en la cultura mafiosa, de la ‘Omerta’. Son varias generaciones que han crecido en un ambiente de mentira, injusticia e individualismo y “el 80 por ciento de los colombianos no son bobos”. Ellos sí entienden. Y siguen las preguntas y se me acaba el espacio. Ya no estoy solo en el laberinto, me acompañan los políticos implicados, generales, presidentes y ex presidentes, personajes de alto coturno y poder económico, los ‘paras’ de todo tipo que participaron o todos aquellos que se hicieron los de la vista gorda ante tanta barbarie. El remedio otra vez saldrá de las mentes iluminadas: olvidar y punto final. Y “los potros de los bárbaros Atilas” seguirán impunemente ejerciendo todo su poder. No me pregunten más, yo simplemente no sé, no entiendo, no pienso, entonces tampoco existo. * Profesor Universidad Nacional Son varias generaciones que han crecido en un ambiente de mentira, injusticia e individualismo”.

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