También es clara la confianza de consumidores y empresarios que han impulsado la demanda interna y las tasas de inversión a niveles récord, lo cual augura una continuación de la presente ola expansiva. Si bien en este panorama no faltan las voces que afirman que el clima de prosperidad actual ha beneficiado tan solo a unos pocos, existen mediciones que muestran que las vacas gordas han pastado en todos los campos, así la hierba no sea la misma en los diversos potreros. Debido a lo ocurrido, la preocupación de las autoridades económicas es garantizar que los buenos tiempos sigan su marcha en el 2008. En general, los economistas que miran el devenir de Colombia aseguran que el país debe tratar de lograr tasas de crecimiento superiores al 5 por ciento anual en el largo plazo, lo cual garantizaría que el tamaño del PIB se duplique en algo más de tres lustros. Aunque dicha cifra es inferior a la de economías como China o India, estaría cercana a la de naciones latinoamericanas como Chile, que a lo largo del último cuarto de siglo han logrado avances apreciables en su desarrollo. No obstante, más allá de ese panorama, es evidente que es imposible descuidar el devenir del día a día. Por tal razón es necesario tener en claro que la coyuntura internacional de los próximos meses parece ser más compleja que en el pasado reciente, por cuenta de la crisis del sector inmobiliario en los Estados Unidos. Aunque ya es evidente que la debacle en el mercado de finca raíz le puede costar más de 400.000 millones de dólares a una serie de entidades financieras, no hay un veredicto definitivo sobre si la caída de esa primera ficha puede generar un efecto dominó que se extienda a otras áreas de la economía norteamericana o incluso a naciones que hasta la fecha parecen indemnes a la destorcida. La manera en que se resuelva esa ecuación determinará la suerte de muchas naciones del llamado tercer mundo, que a lo largo de los últimos años han resultado ganadoras del alza en los precios en las materias primas, ya sea petróleo, carbón o alimentos. En el peor escenario, hay grandes posibilidades de una recesión mundial. En el mejor, los problemas estarían limitados a sectores y zonas geográficas específicas, sin que hubiera un contagio universal. Aparte de ese nubarrón, en el horizonte de Colombia existen preocupaciones adicionales por cuenta de la incógnita en torno a Venezuela, el segundo socio comercial del país que ha expresado su voluntad de buscar proveedores en otra parte. Esa amenaza, que a la fecha es más teórica que real, puede agudizar la alerta que existe ante el creciente desbalance en las cuentas externas del país y que se expresa en un déficit en la balanza en cuenta corriente, que el próximo año podría llegar al equivalente del 5 por ciento del PIB. Si bien hasta ahora ese faltante ha sido cubierto por volúmenes sin precedentes de inversión extranjera, los más prudentes señalan que han aparecido más frentes de tensión que demandarán una conducción impecable de la política económica, con el fin de esquivar un número mayor de arrecifes que han aparecido en la ruta del país. Por tal motivo, al tiempo que hay razones para congratularse por el año que termina, también las hay para esperar que el 2008 traerá prosperidad, siempre y cuando los vigías estén atentos para corregir el curso en un mar que, a pesar del viento a favor, viene acompañado de aguas más turbulentas. Las perspectivas de la economía colombiana en el 2008 son alentadoras, incluso al cabo de dos años muy buenos, pero hay más amenazas en el horizonte.EMIMEN
Finanzas
21 dic 2007 - 5:00 a. m.
Aguas más turbulentas
Dicen quienes saben de ciclos económicos que el bienio que termina en unos pocos días es uno de los mejores en la historia de Colombia. La razón es que tanto en el 2006 como en el presente año, el crecimiento del Producto Interno Bruto fue cercano al 7 por ciento, casi tres puntos por encima del promedio de las últimas décadas y muy lejos de las desalentadoras cifras de comienzos de siglo. La expresión práctica de ese desempeño se encuentra no solo en los balances empresariales, sino también en la disminución de la tasa de desempleo que podría llegar a niveles de un solo dígito, así como en la reducción de los índices de pobreza y de miseria.
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