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Carlos

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Finanzas

31 jul 2006 - 5:00 a. m.

Asimetría y surrealismo

Joseph Stiglitz relató cómo “las negociaciones de Estados Unidos con China relativas a la admisión de ésta en la OMC mostraron una doble moral que rayó en lo surrealista”. Los negociadores estadounidenses, al tiempo que insistían en que China era un país desarrollado para prolongar las negociaciones, “pidieron que se le concediera (a E.U.) estatus de país en desarrollo para dar tiempo de proteger su industria textil”.

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Esta historia surrealista, pues imaginar al país más poderoso y el mayor mercado del planeta, que según nuestros negociadores produce casi un tercio del PIB mundial, reclamar trato de país en desarrollo, por inverosímil que parezca es lo que le sucedió a Colombia en el TLC. En el caso de la agricultura, la negativa de E.U. a conceder a Colombia ‘Trato de nación más favorecida’ en este sector, no impidió que Colombia sí otorgase dicho trato a esa nación. Esto significa que cualquier concesión de Colombia a un tercer país en este campo, se obliga a dársela también a E.U., mientras que si éste país concede rebajas arancelarias o cualquier prerrogativa a otra nación no tiene que otorgársela a Colombia, que sería al menos una aproximación al principio de reciprocidad. El problema no es que los norteamericanos lo hayan planteado; es no sólo haber aceptado un tratamiento profundamente inequitativo, una asimetría al revés, sino además, pretender presentarlo no como una imposición del poderoso, como es en realidad este tratado, sino como un trato justo, aduciendo que el mercado de E.U. supera con creces al colombiano, lo que significaría concedernos acceso a unas posibilidades de venta mucho mayores que las que se le abren a E.U. en Colombia dado el tamaño de nuestro mercado. Resulta sorprendente que el Gobierno colombiano no haya entendido el principio de ‘Asimetría’ que rige en muchos tratados internacionales, cuya concepción precisamente consiste en reconocer las grandes distancias entre el mundo desarrollado y en desarrollo, dando a este último un mejor tratamiento, pues el otro es más poderoso, más avanzado y con menores necesidades básicas insatisfechas. Argumentar entonces que se aceptaron dichas condiciones porque el mercado de E.U. es más amplio es un enorme despropósito y muestra no sólo la falta de reciprocidad sino la profunda inequidad de este lesivo tratado para los colombianos. Es insólito que el Gobierno colombiano utilice este argumento para señalar las ‘grandes posibilidades’ de ese mercado y no entienda que la otra cara de la moneda es la gran amenaza de destrucción de nuestras actividades productivas que significa la apertura a la competencia de productores poderosos y tecnológicamente más avanzados, agravada en el caso de la agricultura por las ingentes ayudas internas. Sorprende semejante ingenuidad. ¿El tamaño del mercado estadounidense interesa cuando se trata de no dar igual acceso a nuestros productos y NO interesa cuando se trata de competir con las ingentes ayudas existentes en ese gran mercado más aún cuando paralelamente se ha desmontado nuestro marco de protección? El director del DNP acostumbra plantear en sus exposiciones que el TLC es imperativo para Colombia pues el crecimiento debe ser impulsado por las exportaciones, utilizando para sustentar dicha concepción, el argumento de que la economía colombiana tiene el tamaño del ‘Bronx’, barrio newyorkino. ¿No se le ocurrió a este alto funcionario esgrimir la misma razón para solicitar para los colombianos un tratamiento favorable o al menos igual en la forma, dado que su tamaño equivale al de un barrio de una ciudad de E.U.? Ante semejantes evidencias esperemos que la Corte Constitucional rechace este ruinoso tratado para los colombianos. Esperemos que la Corte Constitucional rechace este ruinoso tratado para los colombianos”.

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