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Finanzas

Los caminos de Girardot

Cuando los españoles llegaron al sitio en donde hoy está Girardot, ya los indígenas lo utilizaban como lugar de cruce del río.

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agosto 02 de 2006 - 05:00 a. m.
2006-08-02

En ese punto el cauce es relativamente estrecho, y sus costados rocosos facilitaban a las canoas el acceso a las orillas. Un documento que data de 1545, y que lleva la firma del fundador de Tocaima Hernán Venegas, habla de un “pueblo que los españoles llaman de las Canoas”. Durante la Colonia el sitio se conoció como el paso de Flandes, nombre que habría de adoptar después el municipio tolimense que está al otro lado del Magdalena. El poblado tuvo otros nombres. En el siglo XIX era conocido como La Canoa de Montero por unos, y como La Chivatera por otros. En 1848, cuando se dividió la parroquia de Tocaima, se creó el distrito parroquial de Girardot (o Jirardot, como aparece en el documento original), en memoria del prócer antioqueño que cayó con un tiro en la frente, en la cumbre del Bárbula. El primer párroco tardó algunos años en llegar, y empezó a ejercer sus funciones en 1866. De las veinte casas que el pueblo tenía en 1872, pasó a tener cincuenta en 1881 y doscientas en 1885. Para entonces el vecino poblado de Peñalisa tenía el doble de habitantes. Pero el crecimiento de Girardot continuó. En 1917, cuando tenía ya unos 10,000 habitantes, fue descrita por un viajero como “una ciudad populosa, llena de buenos edificios y con una larga avenida que llaman La Calle Ancha”. Eran los años de la azarosa navegación por el río en barcos de mediano calado que viajaban entre Neiva y Girardot. En 1873, para hacer el viaje inaugural en el vapor Moltke fue necesario volar con explosivos varios peñascos atravesados en el curso del río. Los encallamientos, naufragios e incendios eran muy frecuentes. En los años veinte, más de treinta buques de vapor navegaban las aguas entre Honda y Neiva. Los barcos de vapor no eran los únicos que recorrían el gran río. Aquí también navegaban los balseros, que recogían tiestos y vasijas de barro en los pueblos alfareros del Huila y el Tolima y bajaban, llevados por la corriente, vendiendo su mercancía. Lo que les quedaba era rematado en Honda, porque el viaje por el río era -claro- en un solo sentido. El final de la navegación de vapor por el Alto Magdalena vino con la guerra del Perú (1932-1933), cuando los mejores buques fueron llevados a las aguas del Caquetá y el Putumayo. El último en partir, con la bandera a media asta, fue el buque 11 de Noviembre, que soltó sus amarras a mediados de 1933. El ferrocarril fue otro factor que contribuyó a darle vida a Girardot. Su construcción se inició en 1881; en 1883 los rieles llegaban a Tocaima, y en 1909 a Facatativá. Pero para la ciudad, los hitos más importantes han sido las inauguraciones de los diferentes puentes sobre el río Magdalena. El primero, un puente colgante, fue construido por los hermanos Gonzalo y Camilo Carrizosa, y en la guerra civil de 1885, el año siguiente a su inauguración, fue escenario de una batalla con visos cinematográficos. Hoy solo quedan de él los estribos, ya que se cayó en 1963 después de años de abandono. El puente ferroviario, que orgullosamente aparece en el escudo de la ciudad, fue inaugurado el 1 de enero de 1930, poco antes de que se abriera la carretera a Bogotá. El último puente vehicular, o puente Ospina Pérez, data de 1950. Además de las canoas, los barcos de vapor, los trenes y los automóviles, también figuran en la historia de Girardot los aviones. En 1920 llegó el vuelo inaugural de Scadta, en su largo trayecto desde Barranquilla. Y en 1922 concluyó en Girardot el primer vuelo presidencial de la historia de Colombia, con Pedro Nel Ospina a bordo, procedente de Puerto Berrío. Para más asociaciones con la historia de la aviación colombiana, la primera escuela militar de aviación tuvo su sede en Girardot. Pero esta ciudad no es tan sólo un cruce de caminos, y tiene su creciente actividad cultural propia. La prueba quizás está en su hijo más reconocido, el músico Darío Garzón, aquél que con Eduardo Collazos integró el famoso dueto de Garzón y Collazos. Qué más apropiado para cerrar este relato que una frase suya: “Un pueblo que canta y baila es un pueblo feliz, y un pueblo feliz no puede ser un pueblo violento”. Así sea."El ferrocarril fue otro factor que contribuyó a darle vida a Girardot. La obra se inició en 1881”.

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