La semana pasada andábamos de gala con la celebración del 20 de julio. Es comprensible que un país como este conmemore ciertos hitos de ese tortuoso camino por el que ha transcurrido nuestra historia, pero cuando esa celebración se convierte en una distorsión de la realidad, la cosa es a otro precio. Había que oír a cuanto lagarto tuviera acceso a un micrófono engolando la voz para celebrar la independencia de la patria y la fraternidad que hay entre los colombianos. Pongamos la celebración en su justa proporción: la independencia de muchos colombianos es bastante limitada y la patria apenas está en proceso de construcción. Para ser verdaderamente independiente una persona debe tener los medios para labrarse un destino digno, y ese no es el caso de muchísimos habitantes de este país. No puede ser independiente quien no tiene posibilidad de ganar su sustento, y en Colombia hay más de dos millones y medio de desempleados. No puede ser independiente quien ha perdido de manera violenta su hogar y su tierra, y en Colombia hay más de tres millones de desplazados. No puede ser independiente quien es discriminado, y en Colombia las comunidades negras e indígenas siguen siendo tratadas como grupos de segunda categoría. Por supuesto que hay algunas mejoras en esos frentes, pero entonces celebremos más bien el día de los avances y no restreguemos valores como la solidaridad y la independencia en la cara de muchos colombianos que no los conocen. La patria está en construcción, y hay que esculpirla cada día con buen juicio. Esta semana hay otro argumento alucinante. Nos quieren convencer de que algo que va contra la ley no es ilegal. Hablo de la Ley 84 de 1989, que establece que no se debe convertir en espectáculo público o privado el maltrato, la tortura o la muerte de animales adiestrados o sin adiestrar. En un acto de inefable malabarismo conceptual y jurídico, la misma ley establece como excepciones las corridas de toros, las riñas de gallos y otras prácticas similares. Ahora que la Corte Constitucional debe decidir una demanda de inconstitucionalidad contra esta excepción, han vuelto a aparecer frágiles argumentos que afirman que las corridas de toros no se deben prohibir porque hacen parte de la tradición cultural colombiana. ¿Las corridas de toros, parte de nuestra tradición cultural? Seamos serios: esas prácticas de tortura son estrictamente marginales y advenedizas en una herencia cultural que nadie protege y todos arrasan: más de sesenta lenguas vivas, múltiples cosmovisiones aborígenes y diversas comunidades ancestrales, todas ellas en riesgo de extinción. A ver si aprendemos algo de los catalanes, que hace dos días prohibieron esos rituales bárbaros a pesar de que para ellos sí hacen parte de su tradición cultural. Ya que nuestra patria y nuestra identidad como país están en plena construcción, no estaría mal que puliéramos un poquito nuestra materia bruta para erradicar de ella la crueldad y la tortura al calor de una manzanilla. De vez en cuando los pueblos tienen la posibilidad de avanzar un poco hacia la civilización, y muchas veces las desperdician. HELGON
Finanzas
30 jul 2010 - 5:00 a. m.
Civilización en construcción
Cada semana coge vuelo en Colombia alguna idea tan deleznable que a uno le da hasta pereza opinar. Pero va uno a ver y la idea ha hecho carrera hasta amenazar con convertirse en una verdad monolítica.
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