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Carlos

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Finanzas

31 may 2007 - 5:00 a. m.

No es claro el panorama

Advertía ayer y con razón PORTAFOLIO que el horizonte para la ratificación del TLC en el Congreso norteamericano no está despejado. Un editorial del influyente The New York Times del pasado lunes estima que “con la buena fe de todos podría ser posible (la aprobación), antes de fines de este año”. Y centraba sus dudas en la situación de inseguridad de los sindicalistas colombianos. Colombia dice el periódico “lidera en el mundo el asesinato de activistas laborales” y sustenta su afirmación en una preocupante estadística: en el 2006, seis dirigentes sindicales fueron asesinados cada mes. ¿Qué tanto de cierto hay en esta cifra? Valdría la pena que la Fiscalía lo aclarara porque ese campeonato mundial es una verdadera vergüenza y, con o sin TLC, no es moralmente posible seguir ocupando ese primer lugar.

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La carga de la prueba está en nuestro campo y a pesar del reconocimiento en la disminución del número de crímenes, le corresponde al Gobierno Uribe, anota el editorial, “extender los esfuerzos de investigación, aumentar las condenas, y enviar un claro mensaje de que ya no tolera esta forma de terrorismo”. Se nota la confusión pues quien debe investigar es la Fiscalía, quien puede aumentar las condenas o las penas es el Congreso reformando el Código Penal y quien no debe tolerar el terrorismo es toda la sociedad. Llama la atención la calificación de ‘terrorismo’ con la que se distingue a los asesinatos de dirigentes laborales, pues ese calificativo tiene una connotación de una mayor gravedad desde el tenebroso 11 de septiembre cuando el terror desintegró las torres gemelas de Nueva York. Aquí no se trata de aumentar penas sino de buscar que se apliquen. La impunidad es un serio problema. Que los crímenes, sean de sindicalistas o no, y que éstos y los demás delitos queden sin castigo, es lo que más nos debe preocupar pues la efectividad de la Justicia y el cumplimiento de la Ley, así con mayúsculas, es lo que reclama la comunidad internacional a cualquier país. Con Estados donde no impere la justicia y la ley sea un rey de burlas, nadie hace acuerdos. Por eso la propuesta presidencial de excarcelación de guerrilleros, paramilitares y de sus colaboradores y amigos, puede afectar la aprobación del TLC, porque el mensaje no podría ser bien entendido. No es fácil digerir una ‘razón de Estado’, sin más explicaciones, para esa liberación masiva que se acerca. Si aquí no se entiende, menos afuera. Otro periódico Los Angeles Times, también editorializó sobre el TLC con Colombia y pidió su aprobación con varios argumentos: que el libre comercio es la mejor manera de ayudar al país para que no se convierta en un Estado que colapse, que el Presidente es uno de los favoritos de Washington, que el proteccionismo no puede estar por encima de la amistad y por último que negarle a Colombia el acceso preferencial al mercado afectaría a los pobres, amargaría a su élite, animaría a la extrema izquierda y llevaría a Bogotá más cerca de Caracas y La Habana. Exagerado el comentario pues no está probado que el tratado va a favorecer a los 20 millones de pobres que tenemos, que la amargura de la élite nos trasnoche a todos y que el Gobierno pueda entrar en la órbita de Chávez. * Decano, F. de Economía, Universidad Piloto No está probado que el tratado va a favorecer a los 20 millones de pobres que tenemos”.

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