Contrario a lo sucedido el año pasado, cuando los flujos netos de portafolio eran negativos para el país, este año tenemos una entrada de capitales especulativos que ocasiona una presión innecesaria sobre la tasa de cambio. Son necesarias medidas en este sentido como lo sugerimos en el debate organizado la semana pasada en la plenaria del Senado. Los controles no son una panacea, pero su implementación tendría un efecto marginal, y la suma de efectos marginales evita la pérdida de miles de empleos. El país debe comprender que la revaluación está aquí para quedarse si hacemos las cosas bien. Sin embargo, hay unas circunstancias coyunturales que requieren políticas de choque, más allá de las estrategias de mediano plazo, como reducir el déficit fiscal y de largo plazo, como imponer la productividad como la preocupación obsesiva del país. En el mundo hay unos preocupantes desequilibrios macroeconómicos por los cuales los países emergentes pueden terminar pagando los platos rotos. Estados Unidos ha aumentado su base monetaria multiplicándola casi por tres desde el nivel que tenía a finales del 2008. China ha revaluado su moneda a un menor ritmo que lo que se requeriría para reducir su superávit comercial con Estados Unidos que ha llegado a un récord histórico. Japón se ha sumado a las intervenciones masivas y el Banco Central Europeo seguirá el ejemplo de Estados Unidos de aumentar la base monetaria. Los aumentos de liquidez, los bajos rendimientos en los países desarrollados, y las positivas perspectivas de los países emergentes han hecho que los flujos financieros hacia estos últimos sean incluso superiores a los observados antes de la crisis. Se le ha dado mucho alargue a la discusión al interior de la junta del Banco de la República y en el Ministerio de Hacienda sobre la conveniencia de implementar controles a las inversiones de portafolio de corto plazo al tiempo que estas inversiones entran al país. Los beneficios de la medida provienen de un menor riesgo frente a reversiones de los flujos de capital, el incremento de la autonomía de la política monetaria y, sobre todo, de reducir la presión sobre la tasa de cambio en un escenario de revaluación. En general, se ha encontrado que los controles sí logran tener algún efecto en reducir los flujos de corto plazo, como en mayo del 2007, cuando al implementarse la inversión de cartera se redujo de US$881 millones a -US$109 millones en el tercer trimestre del 2008. Además, hay evidencia de que los controles tienen alguna capacidad de inducir una recomposición de los flujos hacia capitales de más largo plazo. En el último trabajo del Banco de la República en esta materia, se encontró que la interacción de intervenciones cambiarias y el control de capitales pueden lograr un aumento en el nivel de la tasa de cambio y una reducción de las inversiones de corto plazo. Los principales costos de los controles son en términos de reputación, pero son numerosos los mercados emergentes con grado de inversión los que lo han implementado. Además, el Fondo Monetario no se opone a ellos de la misma forma que unos años atrás. Es cierto pues que los controles no son lo último en la lucha contra la revaluación, pero en el volátil escenario mundial actual, y ante la perspectiva de que los flujos crezcan, lo mejor que se puede hacer es imponer un encaje no remunerado a los flujos de corto plazo o impuestos a los mismos como lo hace Brasil. Colombia tiene que hacer lo que pueda para evitar la pérdida injustificada de empleos. Los controles no son una panacea, pero su implementación tendría un efecto marginal, y la suma de efectos marginales evita la pérdida de miles de empleos.MAURICIO LIZCANOSenador ANDRUI
Finanzas
29 oct 2010 - 5:00 a. m.
Controles de capital
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