Especialmente a través de proyectos financiados por el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin), y colabora con DNP en la elaboración de un Conpes para la política del sector.''
El concepto de cultura tiene muchas acepciones y todas ellas constituyen un importante factor para el proceso de desarrollo de los países. En su significado más profundo, la cultura representa los valores comunes de una nación y se reconoce como elemento principal en la generación de cambio social.
Esto es válido para todas las ideologías, ya que por una parte el socialismo propugna el surgimiento de un "hombre nuevo" que rompe las barreras de la alienación, mientras otras corrientes como el estructural-funcionalismo reconocen que en el sistema social, que incluye la economía (medios), las instituciones (normas), la política (poder) y la cultura (valores), este último subsistema es el de mayor impacto para impulsar un proceso de cambio eficaz y sostenible.
Desde este concepto, un elemento clave para el desarrollo a través de la cultura es la educación, como actividad formadora de capital humano y social.
Otras acepciones del término cultura aluden a manifestaciones de la misma, a través de expresiones artísticas (literatura, cine, música, danza, entre otras.) que van desde lo más sofisticado, apreciado generalmente por una élite de avanzada, hasta lo más popular o comercial, expresado en la industria del entretenimiento.
Este enfoque también tiene importancia en el tema del desarrollo, en su dimensión tanto económica como social. Las actividades artísticas han demostrado ser importantes generadores de empleo e ingresos en los países más desarrollados, jugando un papel relevante en la economía y contribuyendo a la incorporación de los más pobres al proceso.
La promoción de estas expresiones, a la vez, afectan el concepto de cultura en su definición más profunda, representando un poderoso vehículo de impacto social. Estas expresiones tienen la posibilidad de tocar fibras sensibles del ser humano e inculcar valores fundamentales.
Una sociedad que no valora la ética, la transparencia, la inclusión, el respeto a la vida, las normas básicas, los derechos humanos y el medio ambiente, difícilmente podrá alcanzar un desarrollo equitativo y sostenible, con justicia y paz social.
Estos conceptos han mostrado su validez en el caso de Colombia, al demostrar la posibilidad de transformar zonas de pobreza, violencia y delincuencia, en áreas de progreso económico y social.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha estado presente en estos esfuerzos, a través del apoyo a programas de convivencia y seguridad ciudadana que han sido parte de estrategias de desarrollo integral en varias ciudades, acompañando la inversión en infraestructura y desarrollo social con la promoción de actividades culturales y deportivas.
Estos programas han puesto al alcance de la población, especialmente los más jóvenes, alternativas que han sido acogidas por ellos, generando un proceso de cambio con reducción en los índices de criminalidad y sentando las bases para un crecimiento incluyente.
Colombia ha reconocido también el potencial de la cultura como actividad económica. El sector ha sido incluido en los esfuerzos de desarrollar clusters de competividad, tanto por sí mismo como con sectores relacionados, como el turismo.
El Ministerio de Cultura implementa un programa de industrias culturales a través de su grupo de emprendimiento y, en el marco del Sistema Nacional de Competitividad, se ha formado el Comité Técnico de Competitividad para las industrias creativas, con la participación del Ministerio de Cultura, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, el Departamento Nacional de Planeación (DNP), el Consejo Privado de Competitividad y la Alta Consejería Presidencial para la Competitividad y las Regiones.
Estas iniciativas reconocen la importancia de establecer alianzas público-privadas, en una concepción amplia que incluye a empresarios, artistas, trabajadores, academia y sociedad civil.
Un principio que refleja valores esenciales para promover un cambio cultural para el desarrollo es el que plantea la iniciativa de oportunidades para la mayoría del BID, según el cual no debe considerarse a la población en condiciones de pobreza o vulnerabilidad ni como víctimas ni como carga para la sociedad, sino que como socios potenciales en la creación de riqueza, compartiendo los beneficios que genera el desarrollo.
Es importante considerar que cuando hablamos de una cultura de inclusión se debe reconocer la diversidad de América Latina como parte de su capital social, incorporando en el concepto de desarrollo valores tradicionales de los pueblos originarios que han probado su validez a través de los años, como por ejemplo el respeto a la naturaleza y el medio ambiente, evitando la imposición de valores ajenos a su idiosincrasia como receta única de desarrollo.
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