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Carlos

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Finanzas

28 sept 2007 - 5:00 a. m.

Despacio, que vamos de afán

Ayer en la madrugada recibí un mensaje de texto, y pensé que era una de las promociones con que mi proveedor celular me suele despertar cotidianamente.

POR:

Pero estaba equivocado. El mensaje era de una amiga que estaba indignada porque había leído en este diario que yo había dicho que la desaceleración de la economía colombiana es una buena noticia. Su reclamo era concreto: ¿cómo puede ser bueno que la economía crezca menos? Cuando la llamé para explicarle, me respondió que estaba ocupada resolviendo un problema de unos clientes que se estaban retrasando en sus pagos. En ese momento traté de decirle que ahí estaba parte de la respuesta a su pregunta, pero me colgó antes de que yo terminara la frase. Por eso espero que ella y otras personas que dudan de la conveniencia de una ligera desaceleración económica lean esta columna. Empecemos por la premisa básica: como diría Pambelé, es mejor que la economía colombiana crezca más a que crezca menos. Pero Pambelé, como muchos otros colombianos, no se ha distinguido por su disposición a ver más allá del corto plazo. Por eso conviene hacerle un ajuste a la premisa básica: es mejor que la economía colombiana crezca más a que crezca menos, siempre y cuando ese mayor crecimiento sea sostenible. Digo que es una buena noticia que la economía se haya desacelerado un poco, porque el ritmo al que venía creciendo era insostenible. Lo digo a sabiendas de que hay un debate entre quienes creen que el tope del crecimiento sostenible en Colombia es 5 por ciento, y quienes afirman que en los últimos años ha habido un cambio estructural que nos permitiría crecer sin problemas a tasas más altas. Éstos últimos argumentan que el reciente dinamismo de la inversión se ha traducido en una renovación del aparato productivo y en una nueva mentalidad de los colombianos, que ahora sí piensan en grande. Esa argumentación suena interesante, pero antes de suscribirla yo prefiero analizar los hechos. Y son justamente los hechos los que me llevan a afirmar que nuestro crecimiento económico sigue enfrentado dos cuellos de botella: el potencial productivo de las empresas y la capacidad de pago de la gente. Bastó con que la economía colombiana creciera dos trimestres consecutivos a un ritmo de 8 por ciento para que la inflación se acelerara y se saliera del rango objetivo del Banco de la República. A pesar del aumento reciente de la inversión, los niveles de utilización de la capacidad instalada siguen manteniéndose en niveles históricamente altos y la oferta no alcanza a responder al endemoniado ritmo de la demanda. Pero las limitaciones no están solo en el lado de la oferta. Para nadie es un secreto que buena parte del inusitado dinamismo del gasto ha sido el resultado de las laxas condiciones monetarias que tuvo el país hasta hace poco. Hay que recordar que a fines del año pasado el crecimiento de la cartera de consumo rondaba el 45 por ciento anual, un ritmo insostenible desde cualquier punto de vista. Por eso no debe sorprender que el Banco de la República nos haya recordado esta semana que los colombianos están cada vez más endeudados y que dedican una porción creciente de su ingreso a pagar intereses, en un contexto en que la calidad de la cartera de consumo se ha empezado a deteriorar. Conviene que haya bajado el fuego de la olla a presión que está pitando en la cocina, porque nadie quiere que estalle cuando la economía colombiana está en la mejor fiesta de los últimos 30 años. Investigador Asociado de Fedesarrollo Hay que recordar que a fines del año pasado el crecimiento de la carte- ra de consumo rondaba el 45 por ciento anual, un ritmo insostenible desde cualquier punto de vista”.

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