Es por lo menos curioso observar la facilidad con que nuestro Gobierno, empresarios, legisladores y analistas, cambian de opinión. Lo que ayer eran principios, políticas intocables, verdades reveladas, hoy son simplemente pequeños aspectos que hay que modificar para adaptarse a las realidades internacionales.
Es patética la manera como ahora el Gobierno pretende desconocer el bilateralismo que aplicó en las relaciones con E.U., representadas en Bush y los republicanos y, convencerse y convencernos, que no ha pasado nada y que la ausencia de una política de Estado en las relaciones internacionales, es irrelevante.
Considera que es suficiente con cambiar el discurso en materia de derechos humanos, destituir algunos oficiales, tomar distancia de los amigos que hoy no son indispensables. Pero ahí están, entre otras circunstancias, los falsos positivos y las violaciones a los derechos humanos que los agreden y los acusan desde las tumbas de los inocentes, y las instituciones nacionales e internacionales que día a día les recuerdan que el pasado tiene costos.
En lo económico y social se habla del TLC como si su aprobación fuese definitiva para solucionar los problemas que se viven. El TLC ni se aprobará pronto, ni es una prioridad, y algunos dudamos, con razones fundadas, inclusive de su conveniencia. Falacias para distraernos. La verdad es que nos encontramos en el inicio de una crisis de crecimiento y desarrollo, con graves problemas sociales, populismo desbordado, crisis ética y de valores, desinformación, desinstitucionalización y desequilibrio en los poderes en una democracia cada vez más imperfecta.
La situación de la crisis internacional, unida a las malas decisiones tomadas en el pasado, obliga a una reflexión sobre un necesario cambio de rumbo en la política económica.
Solo algunos ejemplos: ¿no será necesario otorgar constitucionalmente al Congreso la formulación de la política externa, el establecimiento de los límites a la negociación y a la cesión de la soberanía?, y en el caso de que ésta se ceda en temas de fondo para la democracia, ¿no es el constituyente primario el que debe ratificar estas decisiones? ¿No deberíamos preguntarnos sobre la conveniencia de acabar con nuestros márgenes de política pública, con la firma y aplicación de Tratados de Protección de Inversiones que permiten y dan seguridad jurídica a todo tipo de inversión hasta para huir en estampida?
¿Hizo crisis el modelo y la orientación de la política económica aplicada desde el Gobierno Gaviria? ¿Es necesario priorizar el objetivo del pleno empleo sobre la protección al capital, el ahorro interno versus la inversión extranjera, el fortalecimiento del tejido productivo del país, aprovechando el mercado interno sin desconocer los mercados externos?
En fin, son muchas las preguntas que ameritan respuesta y discusión. Como académicos debemos escribirlas, discutirlas y debatirlas. Lo que está ocurriendo significa un punto de quiebre y no es suficiente con el inmediatismo y la forma como se responde a la crisis. En las relaciones con E.U. el gobierno se comporta como un camaleón: ("cambia de opinión con frecuencia".
Sinónimo: "veleta, inconstante, mudable, variable, oportunista, interesado"), mientras que en lo nacional se es inflexible, prepotente y terco. Pragmático... dicen ahora.
Finanzas
12 nov 2008 - 5:00 a. m.
Dicotomías: camaleón pero terco
En lo económico y social se habla del TLC como si su aprobación fuese definitiva para solucionar los problemas que se viven.
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