Ha sido tal la cantidad de artículos y columnas de opinión publicadas por estos días en las cuales se plantean los perjuicios que para Colombia significa lo que está ocurriendo en lo político y, en particular, con el tema de la reelección que resulta redundante seguir con lo mismo.
Las preocupaciones, además, no son sólo locales, sino que importantes publicaciones del mundo expresan sus inquietudes. Más angustia aún cuando se ve que no sería sólo el hecho en sí, sino los riesgos asociados a la forma en que esta se está tramitando. Con un origen cuestionado y cuestionable por cuenta de la financiación en la recolección de firmas, aprobada por un Congreso que deja mucho que desear en materia de legitimidad, con las dudas que surgen en relación con su paso por la Corte y por el Consejo electoral, sólo queda incertidumbre.
Pero, además, el calendario previsto deja en vilo el proceso, pues los candidatos, precandidatos y demás interesados saben que mientras Uribe no defina sus aspiraciones, están lejos de poder convertirse en realidades. Todo esto de por sí es muy inquietante. Mas preocupaciones surgen cuando se piensa en la oportunidad que puede estar desperdiciando el país por cuenta de nuestra politiquería interna.
Quienes han tenido ocasión de ver CNN en español en esta semana, por ejemplo, se habrán sorprendido gratamente con el buen número de noticias positivas que vienen presentando sobre Colombia, destacando la solidez económica del país y las buenas condiciones para invertir.
Seguramente el Gobierno, y en particular el Ministro de Comercio y Proexport habrán tenido algo que ver en esto y es motivo para felicitarlos, lo que preocupa es que una buena gestión y un buen momento se vaya a desperdiciar por cuenta de este torbellino de malas noticias en lo político pero, también, por los interrogantes que surgen al pensar en el deterioro que pueden llegar a tener nuestras instituciones por cuenta del unanimismo que busca este Gobierno, del personalismo que caracteriza el actuar oficial y de los personajes que se perfilan como el verdadero círculo del poder en esta Administración.
En la medida en que el Gobierno se ha ido perpetuando, las voces independientes, que mucho le pudieron colaborar a Uribe, se han ido marginando y el poder se ha ido concentrando en personas que sólo lo alaban pero que, también, ejercen su cuota de poder con un espíritu que dista mucho del estadista y, en cambio, apuntalan las tendencias autocráticas de que habla recientemente The Economist.
Uribe ha hecho mucho por Colombia, no hay duda, pero va a ser el primer perjudicado cuando lo evalúe la historia si persiste en su intención de perpetuarse en el poder. Él tiene la capacidad para ver los riesgos, pero esto requiere un esfuerzo importante de reflexión sobre estos temas para que pueda concluir que lo más benéfico para Colombia y para él es que se dedique a concluir su obra de Gobierno y deje que surjan nuevos líderes, y se fortalezca una democracia que debe ser el complemento adecuado para el despegue económico y social del país.