Por estos días las salas de conferencias de las principales ciudades del país han estado particularmente ocupadas como resultado de la celebración de diversos foros sobre el futuro de la economía colombiana. En todas las reuniones resulta evidente el consenso sobre los buenos resultados del ejercicio que termina, con cálculos cercanos al 6,5 por ciento sobre el crecimiento, una cifra ligeramente inferior a la del 2006, pero muy por encima del promedio reciente. Quizás ello explica por qué en el más reciente Gallup Poll, la encuesta que mide el estado de ánimo de los colombianos, 60 por ciento de los interrogados manifestó aprobar la forma en que el Gobierno está manejando la economía, casi 10 puntos más que hace 12 meses.
No obstante, las cosas empiezan a complicarse en la medida en que el catalejo trata de mirar más lejos. Si bien la opinión mayoritaria de los expertos es que el 2008 también será bueno y que tendrá lugar el aterrizaje suave que muchos desean, consistente en un aumento del PIB superior al 5 por ciento, igualmente son llamativas las voces que advierten las nubes de tormenta en el horizonte.
Tal es el caso del escenario internacional. Las más recientes cifras sugieren que la economía de los Estados Unidos va a experimentar una clara desaceleración como consecuencia de los problemas derivados de la crisis inmobiliaria. En los últimos días el Banco de la Reserva Federal pronosticó un crecimiento de entre 1,8 y 2,5 por ciento, inferior al de los últimos años, lo cual determina el comportamiento del que sigue siendo el principal mercado para las exportaciones colombianas. La preocupación de los expertos, sin embargo, es que esa menor dinámica se contagie a China e India, países que han actuado como motores de la dinámica reciente y que han tenido todo que ver con el aumento en los precios de los productos básicos que han beneficiado a América Latina. Aparte de lo anterior, a los colombianos les concierne el tema de Venezuela, pues el crecimiento en las ventas a ese país es insostenible y corre el riesgo de caer en la medida en que al otro lado de la frontera se suman las tensiones, como lo evidencia la elevada cotización del bolívar en las negociaciones callejeras.
La perspectiva de que un mercado - al cual Colombia le despachará artículos por más de 4.000 millones de dólares este año- tenga problemas, es muy preocupante. Pero lo es todavía más a la luz del creciente desbalance en la balanza en cuenta corriente del país, que mide las transacciones de bienes y servicios del país con el resto del mundo. Ese saldo en rojo debería llegar a unos 6.000 millones de dólares en el 2007 y las predicciones oficiales lo elevan en casi 25 por ciento para el próximo año. Semejante brecha ha sido cerrada por el buen comportamiento de la inversión extranjera que también debería ascender a niveles récord al finalizar diciembre. Pero ni la situación mundial será la mejor, ni la economía colombiana puede garantizar que ese flujo continúe.
Debido a lo anterior, la posición mayoritaria de los analistas es que el precio del dólar debería subir, como respuesta del mercado al desequilibrio en las cuentas externas. ¿De cuánto será ese ajuste? Depende del tema internacional, de la inversión extranjera y de Venezuela. Si uno de los elementos de esa ecuación cambia drásticamente, también lo hará el precio de la divisa.
Una perturbación en ese tema podría generar dolores de cabeza, tanto en materia inflacionaria como fiscal. En el primero de los casos, la meta fijada para el próximo año puede verse comprometida si se dispara el dólar. Y en el segundo, aunque el país ha hecho la tarea de mejorar sus cifras, hay quienes creen que no ha sido lo previsivo que debería. Por tal motivo, el Gobierno debería estar preparado para una tormenta que ojalá no llegue a las costas nacionales, pero que cada vez parece más cercana. En consecuencia, al tiempo que se congratula por las buenas cifras del 2007 no estaría de más tener una o varias respuestas listas si, en algún momento, aparecen las vacas flacas.