La ola verde llegó para quedarse. Lo que Mockus está recogiendo, junto con Fajardo, Peñalosa y Lucho, es la gente que nunca ha votado o los que están cansados de votar por los de siempre. Logró lo que parecía imposible: que esta campaña se polarizara no en función de uribismo y antiuribismo, sino en función de vieja política y nueva política. Y no porque Santos, Pardo, Noemí, Vargas y Petro representen la vieja política. No. Todos son jóvenes y también recogen mucho voto de opinión. Son líderes de peso y trayectoria. El país quedaría en buenas manos con cualquiera de ellos. Nueva política, en función de cómo gobernar y cómo comunicarse con los electores. Los mensajes de los tres tenores más Fajardo no han sido de confrontación. Ni entre ellos cuando eran precandidatos, ni hoy frente a sus adversarios. No hay críticas personales en sus planteamientos. Hay esperanza. Representan una nueva promesa. La de hacer política sin robar, sin repartir puestos, sin cambiar prevendas por votos. Se equivocan quienes piensan que esto es una reacción de coyuntura. O que el Parkinson de Mockus es un problema. El problema de fondo es la corrupción en el Congreso y en la política. Ese es el problema real de Colombia. Simple y claro. Es lo que frena el desarrollo, lo que alimenta la pobreza. Ellos se aproximan al poder de manera diferente. Su gobernabilidad no depende de unas mayorías en el Congreso amarradas a la manera tradicional (burocracia, diplomacia y contratos), sino de unos concensos surgidos del diálogo democrático. ¿Ilusorio? Es la promesa que traen. Veremos si la cumplen. Es el desafío que tienen. Lo que los candidatos deben pensar es que Mockus y su movimiento no son un adversario, sino un aliado para sacar a Colombia adelante. Si Mockus gana las elecciones habrá demostrado que la disyuntiva no está entre Seguridad y Democracia, sino entre corrupción y democracia. Y esto asumiendo, por supuesto, que todos los candidatos actuales, incluido Mockus, continuarán con la política de seguridad impulsada por el presidente Uribe o, por lo menos, mantendrían esta prioridad dentro de las políticas centrales del nuevo Gobierno. Esto ya es patrimonio nacional. Frente a los violentos y el terrorismo, no podemos ceder. Y si Mockus pierde, una nueva minoría importante y representativa seguramente habrá irrumpido en la escena nacional. Una minoría que habrá que oír y tener en cuenta. Y una minoría que, dentro de cuatro u ocho años, puede convertirse en mayoría y gobernar a Colombia. Esa es la democracia. Algo similar a lo que hace ocho años representó Uribe. Un cambio frente a lo dominante. Antes, frente a la dictadura del Caguán; hoy frente a la degradación de la política. El desafío del Partido Verde es cumplir la promesa de gobernar y hacer política distinto. Cuidar los recursos públicos. En realidad cualquiera de los actuales candidatos, que son buenos todos Pardo, Santos, Noemí, Vargas, Petro puede hacerlo. Siempre y cuando sepan interpretar el mensaje de los seguidores de Mockus. Detrás de este fenómeno hay una nueva realidad política: millones de ciudadanos que dicen no queremos más politiquería. "La ola verde llegó para quedarse. Lo que Mockus está recogiendo, junto con Fajardo, Peñalosa y Lucho, es la gente que nunca ha votado o los que están cansados de votar por los de siempre. rsantamaria@gravitascomunicaciones.com *Politólogo - Periodista ADRVEG
El fenómeno Mockus
Colombia no le pertenece a nadie: ese es un mensaje poderoso detrás del ascenso de Mockus en las preferencias electorales. La ola verde es más que un fenómeno transitorio. Es la reacción de un sector de la sociedad frente al clientelismo y la clase política tradicional que sólo piensa en aumentar su pensión. A los que convirtieron la política en negocio, prebendas, paramilitarismo y contratos para los amigos. A los que hicieron de las elecciones un burdo montaje de compra de votos.
