Sobre la guerra y los factores de la victoria, se ha escrito mucho. Napoleón decía: "Tres cuartas partes del triunfo en la guerra dependen del factor espiritual y sólo una obedece a la contribución de lo material". Chiang Kai Shek: "La guerra es una lucha entre las fuerzas espirituales. Quien favorezca más la fuerza espiritual, es quien ganará la guerra".
Stalin: "De los cinco elementos permanentes de la guerra, sólo uno es puramente material". Y, Mao Tse Tung: "A pesar de que las armas son un factor importante en la guerra, no son decisivas. El factor decisivo es el hombre y no lo material". Finalmente, Von Clausewitz: "Los puntos difíciles en la estrategia no están en los simples números de lo material, sino en aprovechar la fuerza espiritual en la acción".
A pesar de los enormes éxitos puntuales de los últimos años y del innegable avance en lo militar, reflejado en el repliegue de los terroristas y en la reducción sustancial de sus efectivos y desarticulación operativa, estamos en riesgo de perder la guerra. Frente a una ausencia crónica de recursos y a un territorio propicio para la acción de los bandidos, que exige multiplicar el esfuerzo de nuestra fuerza pública, empezamos por donde era indispensable: la decisión política clara de enfrentarlos y derrotarlos y la apropiación de los recursos materiales necesarios para ello.
Sin embargo, los terroristas que siempre han ido un paso adelante, de tiempo atrás estructuraron su frente diplomático y jurídico que en movimiento de pinza viene confluyendo y cerrándose sobre ese factor fundamental para la victoria: el militar y su espíritu. Para ello, suman muchos más miembros que con creces compensan la reducción de los guerrilleros dados de baja o que han desertado. Internamente, podemos empezar por sus apoyos infiltrados y simpatizantes urbanos. Los que no toman el fusil, pero son igual de efectivos. Los hay por razones ideológicas o para atacar a un gobierno o a una persona alineándose con lo que la guerrilla representa.
Y lo hacen en muchos casos desde las posiciones privilegiadas que les da la sociedad misma. ¿Cuántos 'comunicadores' pagados por el más rancio capital, hacen este juego, que lo primero que pone en peligro es la cabeza y la empresa de sus patrocinantes? El otro grupo, lo forman organizaciones que hace tiempo dejaron de tener entre sus objetivos los Derechos Humanos o el Estado de Derecho, para convertirse en cazadores de sentencias millonarias, donde en perjuicio de sus poderdantes se quedan con la tajada del león, pagada con nuestros impuestos. Internacionalmente, se suman gobiernos, organizaciones de izquierda bien articuladas y financiadas, el narcotráfico, los traficantes de armas, activistas de cortes internacionales, en fin, todo lo que vemos actuar diariamente en forma coordinada y eficiente contra el legítimo brazo armado de la sociedad.
Su objetivo político, el espíritu del hombre, del factor humano que empuña las armas en nuestra defensa, agobiado por lo que no está preparado para combatir ni le corresponde hacerlo. Eso le toca a la sociedad como un todo, empezando por el Gobierno. Afortunadamente, el presidente Santos lo sabe muy bien.
El nuevo frente de combate exige la misma contundencia que el Gobierno del presidente Uribe tuvo en la decisión y lo material. El sector privado, además de los impuestos, debe crear con sus recursos mecanismos de defensa jurídica de nuestros militares. Como cuando se creó Colfuturo, ya que nuestro porvenir está ahora en la defensa de nuestras Fuerzas Armadas. El Gobierno, para empezar, debe tener una política clara y verdadera de defensa externa a través de nuestras representaciones en el exterior. Ante todo, con funcionarios idóneos y estables con directivas y controles permanentes.