Sin desconocer el hecho evidente de que durante lo que va corrido del Gobierno Uribe las Farc han recibido los golpes militares y políticos más duros en toda su historia (Raúl Reyes, Iván Ríos, el negro Acacio, Martín Caballero, JJ, para citar tan solo unos cuantos), sí resulta una ironía cruel que, mientras muchos colombianos inocentes han muerto violentamente, los grandes jefes guerrilleros mueran por accidente, o como suele decirse de muerte natural. Jaime Batteman, el conocido líder del M-19, buscado intensamente por las autoridades, se movía como Pedro por su casa y vino a morir en un accidente de aviación, no suficientemente aclarado, sobre todo, porque se ha dicho que en la avioneta, iba también un viajado de dólares. El entonces grupo guerrillero solo aceptó la desaparición de su jefe meses después. Jacobo Arenas -antiguo militante del MRL- considerado ideólogo de las Farc y compañero inseparable de Tirofijo, murió un diez de agosto en el monte, pero por deficiencias no propiamente militares, sino cardiacas. Y ahora el hombre de las mil muertes, como lo señalara Arturo Alape en su libro, dejó este mundo -al que tanto daño hizo- no como consecuencia de un bombardeo, sino por una falla de su duro corazón. Como lo ha señalado Alfredo Molano en una columna en El Espectador, no es imaginable como se sugiere en el Gobierno, que el paro cardiaco se produjo como consecuencia del susto que le pudo crear al temido jefe guerrillero los bombardeos del Ejército. En su larga vida criminal, sobrevivió a varios bombardeos empezando por el de Marquetalia en 1964, durante el Gobierno de Guillermo León Valencia. ¿Qué debió pensar Pedro Antonio Marín en sus últimos momentos? Acaso pensaría en su militancia en el partido liberal en el sur del Tolima? O su experiencia como comerciante en el Valle? ¿O su paso como burócrata en el Ministerio de Obras Públicas durante el Gobierno de Ospina Pérez? O las múltiples visitas que recibió tanto en La Uribe como en el Caguán de todo el establecimiento que iba a tomarse fotos con él? ¿O de las botellas de brandy que le llevaban las señoras bogotanas? Probablemente, debió pensar en lo absurdo e ineficaz de su vida guerrillera. No cambió el país. No hubo una sola reforma social para el pueblo como consecuencia de su militancia armada. No conoció siquiera ciudades importantes. Su horizonte estaba limitado a las selvas, llanuras y montañas de Colombia. Afectó la posibilidad del surgimiento de un proyecto político de izquierda democrática. Y sobre todo, debió pesarle mucho cómo habiendo podido adelantar procesos de paz exitosos con los gobiernos conservadores de Betancourt y Pastrana que le extendieron la mano, prefirió seguir tercamente en una inútil e impopular lucha armada. Y no quiso mover un dedo para liberar a todos los secuestrados en su poder. Tal vez por todo eso su corazón dejó de latir. '' Resulta una ironía cruel que, mientras muchos colombianos inocentes han muerto violentamente, los grandes jefes guerrilleros mueran por accidente.WILABR
Finanzas
28 may 2008 - 5:00 a. m.
Guerrilla sin corazón
El título de esta columna puede inducir a equívocos sobre su contenido. No voy a mencionar las múltiples pruebas que ha dado la guerrilla -y su recientemente fallecido jefe Pedro Antonio Marín, alias Tirofijo- de su falta de humanidad, desprendimiento y generosidad. Ni para qué recordar el asesinato de las monjas en Inza (Cauca) en 1965. Ni las múltiples emboscadas a soldados y policías a los que luego remataban. Ni el caso de los policías en un pueblo del Tolima a quienes se les obligó a tomar cerveza y luego los ejecutaron miserablemente delante del pueblo. Ni la falta de corazón que significó no liberar a un cabo del Ejército secuestrado para permitirle ver a su hijo moribundo por un cáncer, con escasos doce años. Y la lista sería interminable.
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