Fuera de los momentos en que se toma el tema del hambre como instrumento de campaña política, esta preocupación trasnocha a muy pocos en este país. Y como lo denuncia el informe que acaba de publicar el Ifpri, cuando parecería que el mundo le está ganando poco a poco la guerra al hambre, surge otra realidad mucho más grave: ‘El hambre oculta’.
Todavía, 803 millones de personas siguen enfrentándose al hambre, fundamentalmente en África, al sur del Sahara y en el Sur del Asia, pero entre 1990 y el 2014, la reducción en el índice GHI (Global Hunger Index), ha sido del 39 por ciento, especialmente en aquellos países con los niveles más altos.
Sin embargo, el título de esta nueva publicación ‘El Hambre Oculta’, definida también como la deficiencia en micronutrientes, se convierte no solo en una amenaza mayor por su gran impacto, sino porque, además, es uno de los hechos más desconocidos –ocultos en el estudio de este drama social–, con graves implicaciones para el desarrollo de la población, y, en última instancia, para el crecimiento económico. Es un claro llamado de atención que toca a Colombia, donde el hambre solo se ha abordado parcialmente y en la cual, definitivamente, el ‘hambre oculta’ ni siquiera se menciona, con las graves consecuencias que este hecho tiene para la población del país.
Con respecto al índice del hambre 2014 de GHI, Colombia aparece entre los países que lo han reducido más del 50 por ciento en el periodo 1990-2014. Pasó de 10,9 en 1990 a 5,3 en el 2014. Pero 9 de nuestros vecinos han avanzado mucho más: Chile, Argentina, Costa Rica, Panamá, Uruguay, Brasil, Cuba y Venezuela ya presentan índices inferiores al 5 por ciento, por lo menos desde el 2005. Es importante señalar que entre los ganadores –países que más redujeron su nivel de hambre en el mundo–, figuran varios latinoamericanos, y Colombia no aparece entre ellos: Panamá, Perú, México y Venezuela. Estos dos últimos redujeron el índice en más del 71 por ciento. Finalmente, Colombia comparte con Honduras, Nicaragua, El Salvador, Guyana, Surinam, Perú, Ecuador, Bolivia y Paraguay, el carácter de ‘hambre moderada’, y solo Haití, como era de esperarse, tiene una situación alarmante y Guatemala un estado serio.
En síntesis, Colombia, de acuerdo a esos indicadores mundiales, ha hecho esfuerzos por reducir el hambre en su población, pero la mayoría de sus vecinos, incluyendo Venezuela, lo han hecho mucho mejor. Todavía faltan esfuerzos importantes, porque no es resolver el hambre, sino también ‘el hambre oculta’ –la falta de microingredientes–, es un serio problema que afecta a la población del país.
‘El hambre oculta’ se define como una forma de desnutrición que ocurre cuando la absorción de vitaminas y minerales es muy baja para garantizar buena salud y el desarrollo de niños, al igual que las funciones físicas y mentales en adultos (Ifpri, 2014). “El ‘hambre oculta’, debido a la deficiencia de micronutrientes, no produce el hambre que conocemos. Puede que no se sienta en el estómago, pero golpea la esencia de la salud y vitalidad” (Ifpri, 2014) . Hoy, hay una crisis mundial de ‘hambre oculta’ que afecta a 2 billones de personas en el mundo, más del doble de las 805 millones que padecen hambre. Es decir, el hambre está siendo sustituida en el mundo por la malnutrición.
Aunque este problema no es exclusivo del mundo en desarrollo, es en estos países donde se vive lo que se llama la ‘triple carga de la malnutrición’ –desnutrición, deficiencias de micronutrientes y obesidad– (Pinstrup-Andersen 2007). Es decir que en países como Colombia, el hambre oculta puede coexistir con sobrepeso y obesidad cuando una persona consume demasiada grasa y carbohidratos. Un niño obeso puede sufrir de ‘hambre oculta’. Es evidente que el problema existe en Colombia.
Para empezar a preocuparnos, solo Argentina y Uruguay tienen controlada la anemia entre la población preescolar. Colombia, junto con México, Venezuela y Chile, se clasifican como países con anemia moderada. Esto es que, en este grupo de población, entre el 20 y el 30 por ciento sufren de ese problema; para no hablar de Brasil, que con el resto de América Latina aparecen con anemia severa, menor o igual al 40 por ciento de este grupo de población.
Como, desafortunadamente, son los costos económicos los que motivan a los gobiernos a tomar acción, es bueno señalar que el impacto en el crecimiento de la economía de esta deficiencia de micronutrientes, puede ser de entre 0,7 y 2 por ciento menos del PIB entre en la mayoría de los países en desarrollo. Se midió en Afganistán e India y los costos estimados fueron 2,3 y 1 por ciento de su PIB, respectivamente. Además, como si fuera poco, el Banco Mundial estimó que las pérdidas globales en productividad económica de las deficiencias en macro y micronutrientes pueden llegar a un costo global entre US$1,4 y 2,1 trillones por año (FAO, 2013).
Frente a esta realidad, la principal recomendación consiste en reconocer que el ‘hambre oculta’ es la expresión actual de una serie de deficiencias que viven grandes masas de la población, y que, además, implica ir mucho más allá del tema de la seguridad alimentaria. No obstante, sin la voluntad política para cumplir con el derecho de todo ser humano de recibir la alimentación adecuada –de no estar malnutrido–, será imposible controlar esta realidad que afecta actualmente, a mucha más gente que el hambre misma. Si, entre nosotros, conceptos como la seguridad alimentaria y la soberanía alimentaria son todavía un discurso, ¿será posible que ‘El hambre oculta’ se reconozca como una prioridad para el desarrollo?
Cecilia López Montaño
Exministra – Exsenadora