Hace unos días en Washington el presidente del Grupo del Banco Mundial, Robert Zoellick, expuso sus ideas tras 100 días en el cargo. Su tarea primordial ha sido la de conocer la entidad y el equipo, evaluar el papel de la organización y señalar el camino a seguir. Eso está bien, porque una organización de la magnitud del Banco no puede andar dando tumbos. Debe tener el camino despejado y un claro panorama de su misión. Parece que ya lo tiene. Está convencido de que el éxito del trabajo depende de la unidad, es decir, de que las 4 partes del Grupo: el Banco mismo, la Asociación Internacional de Fomento AIF, la Corporación Financiera Internacional CFI y el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones OMGI, trabajen sintonizadas como una gran unidad, con una cabeza y unos objetivos comunes. La labor dispersa no es efectiva y las tareas son inmensas. Reforzar las sinergias entre las instituciones compañeras y establecer prioridades es indispensable para acertar. Una cifra mencionada por el Presidente revela la dimensión de lo más urgente. La lucha contra el paludismo que azota a los países africanos, las inversiones en energía eléctrica en poblaciones que carecen de ella, el suministro de agua potable a 1.500 millones de personas, los servicios de saneamiento, las obras de infraestructura de transporte a los países en desarrollo y la cobertura de educación primaria a unos 80 millones de niños que no asisten a la escuela, requieren de inversiones por 370 mil millones de dólares, que el Grupo solo no puede aportar. Es a los países y a sus gobiernos a los que les compete en forma directa la solución de los problemas. No pueden evadir semejante responsabilidad, como tampoco lo pueden hacer los países más ricos que deben aumentar sus aportes para el desarrollo de los más necesitados. El proceso de globalización, al contrario de lo que ha venido ocurriendo, debe ser incluyente y sostenible para que los que han quedado marginados, que son millones, puedan beneficiarse y salir de la trampa tenebrosa de la pobreza extrema. Para lograrlo, el señor Zoellick no menciona ningún plan nuevo, pues éste ya fue acordado en el año 2000 en las Naciones Unidas cuando se diseñaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con metas claras y plazos fijos. Lo que hace falta para alcanzarlos es más decisión y políticas sociales efectivas y esa es una labor de los países. El Banco ayuda, pero no sustituye a los gobiernos. La expansión de la agricultura y una mayor producción de alimentos es un medio eficaz para combatir la exclusión y la inequidad. Refiriéndose a los países africanos, pero es válido para los países en desarrollo, dijo el Presidente que necesitamos una Revolución Verde del siglo XXI, con investigación, tecnologías apropiadas, con crédito y políticas claras y, por supuesto, con mercados abiertos que permitan la exportación. Un rostro más humano es lo que quiere Zoellick para el Banco. Ojalá lo logre, pero no puede hacerlo solo. Gustavo Tobón Londoño Decano Facultad de Economía, U. Piloto La expansión de la agricultura y una mayor producción de alimentos es un medio eficaz para combatir la exclusión y la inequidad.
Finanzas
18 oct 2007 - 5:00 a. m.
Las ideas de Zoellick
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