El comisionado hizo una sugerencia audaz, pero absolutamente sensata: que las facciones uribistas con nombre de partidos y que se comportan como hordas perforadas por antecedentes ominosos de muchos de sus congresistas, se disuelvan, para reagruparse luego en un partido serio. ¿No es acaso lo que pensaría cualquier persona medianamente lúcida? Pero la reacción es de una sublime estolidez: que renuncie, que ofendió la dignidad del partido tal o cual, que desconoce la historia, que des-institucionaliza la política, que invadió los predios del ministro Holguín, que va tras una pérfida intención personal, que más bien se dedique a disolver las Águilas negras y no se meta donde no lo llaman. En una palabra ¡que lo cuelguen! Histeria fatuta. Parece que nadie se toma el trabajo de reflexionar en calma dos minutos. ¿Cómo así que el hombre a quien le toca pensar en la gobernabilidad de ahora y de después para poder acercar cualquier negociación de paz, no puede hablar de política en el sentido más cabal? ¿Cómo así que desinstitucionaliza los partidos proponer que de tres caudas maltrechas de una coalición enfrentada por egos y minucias, agobiada por la parapolítica y que supuestamente apoya un mismo plan de gobierno, se una en un solo partido robusto, sin los pecados de quienes hoy las deshonran? ¿Puede el país que rodea a Uribe -y aún el que lo detesta- pensar en un futuro estable, si a corto plazo no se reordena el juego de ideas y programas, para que Gobierno y oposición tengan claridad en el norte -el norte que propone cada uno- y salgamos de este pantanero de mezquindades y juego sucio? Es obvio que a la oposición no le conviene que las fuerzas que apoyan al Presidente se depuren y se unan; al contrario, hace todo lo posible por crear fisuras, malestar y todo lo que las desestabilice y enfrente al Gobierno con las Cortes y con el Congreso. Y por cierto, lo está logrando. Es igual de obvio que cada uno de los partidos llamados uribistas, abocados a unas elecciones presidenciales con segunda reelección, se van a pasmar o a disolver solos; y sin segunda reelección, quedarán hechos trizas. Igual de obvio es que el glorioso Partido Conservador no dará un brinco con candidato propio, así los más goditos entre los goditos y el propio Carlos Holguín estén pensando que les llegó el turno de gobernar. Entonces, si una llamada al orden como la que inocente o puntillosamente lanzó Restrepo, es tan mal recibida, pues que los directos interesados sigan derecho al suicidio. Lástima. Y que la prensa, tan dichosa de ver solo precipicios y de empujarnos hacia ellos diariamente, los cobije. Felicidades al Polo. Coletilla: Bienvenido El Espectador como diario. Alguna vez enseñó a quienes nos formamos en el libre examen el papel del liberalismo frente a las maquinarias del poder político y económico. Con todo, libre examen no tiene nada que ver con el emperramiento de unos opinadores cuyo único oficio es envenenar el ambiente con malquerencias personales. Quien tenga argumentos sólidos y sepa expresarlos de manera decorosa, que encuentre allí su sitio. Y desde luego, la nómina que se anuncia cuenta con figuras notables de ese nivel. Pero quienes simplemente destilan odios y atavismos de su propio caletre ataviados con la libertad de expresión, no merecen estar ahí.'' Si una llamada al orden como la que inocente o puntillosamente lanzó Restrepo, es tan mal recibida, pues que los directos interesados sigan derecho al suicidio.WILABR
Finanzas
16 may 2008 - 5:00 a. m.
Todos contra L. C. Restrepo
Una muestra de la llamada crisis, que no es tanto política ni institucional -como alternativamente se dice-, sino de mera falta de cortesía en el disenso y desajuste de las suprarrenales en quienes mueven la opinión pública, es lo que acaba de sucederle a Luis Carlos Restrepo.
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