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Carlos

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Finanzas

28 abr 2006 - 5:00 a. m.

Lecciones para la historia

Sobre lo que está pasando en la CAN se puede decir de todo y encontrar todo tipo de responsables. La verdad es que en ese caso como en muchos otros, sólo hay que decir que nuestra cultura tropical se caracteriza por terminar las cosas a medias, lo que da un resultado final muy vulnerable y fácil de destruir. Sólo así uno entiende que luego de casi 38 años del proceso de integración se esté pensando en que resulta tan demasiado barato acabar con la CAN. Sincerarse no es malo en los momentos difíciles de la vida personal y tampoco debe ser para los países y los gobiernos y este parece ser uno de esos momentos.

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En palabras sencillas, si después de 37 años no hemos sido capaces de montar una estructura económica sólida que se enfrente a lo que llaman mundo globalizado, no habla mal del proceso mismo, sino de quienes lo han impulsado. Entre paréntesis no es lo único que se ha hecho a medias en todo ese tiempo: que después de 40 años de conflicto interno o de un período similar de infiltración del narcotráfico, no hayamos encontrado una salida, habla mal no de los narcos o de los violentos, sino de nuestra capacidad para enfrentar esas adversidades. Es como si Europa hubiera declarado el fin de la Segunda Guerra Mundial y no hubiera hecho bien la tarea de la reconstrucción. En el fondo es una visión cortoplacista que nos está haciendo daño y que nos impide montar una cosa seria a través del tiempo. Creemos que para coyuntura debemos diseñar una estrategia y cambiar las reglas que dan la estabilidad de largo plazo. Así, terminamos arreglando los pequeños inconvenientes, lo cual no es malo, pero esa no puede ser la visión del país en el futuro. Lo que ha hecho China es ejemplarizante. Renunció a la sutileza de la ideología en favor de los resultados en la aplicación de una política que trajera resultados concretos de bienestar real de un pueblo que había sufrido los embates del hambre y la miseria. No de otra manera se explica que inspirados por Xiaoping Deng, el Partido Comunista chino decidiera reclutar empresarios y declarara abiertamente una doctrina que se llamó “triple representación”, esto es que el Partido debía representar no sólo a los trabajadores y campesinos sino también a los capitalistas, lo cual era una herejía. Esto se hizo a comienzos de los años noventa y hoy los resultados son extraordinarios. Deng hizo famosa la frase para justificar el cambio: “no importa si el gato es blanco o negro; si atrapa un ratón, es un buen gato”. Por eso resulta increible que hayamos sido capaces de habernos hecho el propósito de echar por la borda más de tres décadas de una integración. Las mismas autoridades y ‘encopetados’ dirigentes gremiales decían antes de comenzar a hablar del TLC que la CAN estaba ‘agotada’. Le tocó a Estados Unidos bajarlos de esa nube. Del otro lado, las razones tampoco los favorece. Empresario exportador

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