Los abruptos cambios que el mundo ha venido registrando, llevan a concluir que tendremos un planeta diferente. Las transformaciones serán muchas y muy marcadas, algunas evidentes otras no tanto.
En lo económico, muy posiblemente la crisis actual llevará a replanteamientos convencionales, pero seguramente, los cambios tendrán más alcance. No es casual, por ejemplo, que The Economist en su edición anual, destinada al 2009, dedique su editorial a destacar el nuevo papel que van a tener los llamados países Bric.
Brasil, Rusia, India y China serán, sin duda, jugadores de las grandes ligas en los próximos años y van a representar un papel muy importante en la conformación del nuevo escenario económico y geopolítico, y eso es sólo uno de los tantos retos formidables que tendrá por delante el Gobierno de Barack Obama, si quiere preservar el papel predominante de Estados Unidos en este siglo XXI.
Calentamiento global, solución al tema del abastecimiento de energía limpia y con costo razonable, capacidad para enfrentar las pandemias en este mundo globalizado (el AH1N1 es algo que está poniendo en evidencia la complejidad de este tipo de situaciones), y tantas otras cosas, sólo muestran la complejidad de lo que tenemos enfrente.
En este escenario, lo que está ocurriendo en materia de migraciones no es menos impresionante. Una presentación sobre el caso de la penetración musulmana en el mundo, deja mucho que pensar. Se afirma que una cultura requiere, para permanecer por más de 25 años como tal, una tasa de crecimiento demográfica de por lo menos 2.1 niños por familia y, si esto se contrasta con una tasa de crecimiento en la UE de los 35 de 1.3 hijos por familia, lo que puede suceder es dramático.
En el entretanto, la inmigración islámica y el crecimiento de esta población en Europa viene creciendo a pasos agigantados. Quienes han venido haciendo estos estimativos indican que en menos de 20 años el 30 por ciento de la población de Francia, por ejemplo, será musulmana; que en Holanda, en 15 años, la mitad de la población puede ser musulmana, que en Bélgica la mitad de los niños que están naciendo son hoy musulmanes y que en el 2050, Alemania podrá calificarse como nación islámica.
Qué tan sólidas son esas proyecciones o que tan exageradas es difícil de calificar, pero en cualquier caso, para nadie es un misterio que las migraciones son una de la características de estos tiempos y que el mundo desarrollado tradicional es el centro de atracción de los migrantes. Tampoco es misterio, que las tasas de crecimiento demográfico en esos grupos son mucho más altas que las de los habitantes originales.
La aparición constante de nuevas mezquitas en ciudades como Londres o París es común, y las discusiones sobre el uso del chador en los colegios de Francia, por ejemplo, ya han ocupado la atención de los medios. Todo lo anterior, sin hablar de lo que ocurre en las naciones tradicionalmente islámicas. Es hora de comprender que el mundo va a ser diferente y que, además, es mejor empezar a conocer algo sobre el islamismo para entender mucho del mundo que se viene.