La historia reciente de la actividad minera colombiana está marcada por altos y bajos, que quedan en evidencia al ver los gráficos que dan cuenta de la evolución del sector en materia de generación de riqueza (PIB), inversión extranjera directa y exportaciones.
Sin embargo, basta con mirar las cifras de producción de minerales para darse cuenta de que, pese a los altibajos, el sector ha avanzado.
Colombia es el quinto mayor exportador de carbón del mundo, ocupa el lugar número once en materia de producción y sus reservas en este recurso podrían durar por más de cien años.
Tanto en carbón como en oro la producción se ha multiplicado por dos y en materia de ferroníquel el incremento ha sido más discreto.
En la última década, Colombia logró capturar parte de la inversión de empresas mineras que inundó el mercado global gracias al llamado ‘superciclo’ de precios de los minerales.
Desde el 2009 hasta el 2013 minerales como el carbón, el oro y el cobre tuvieron cotizaciones máximas históricas y los inversionistas aprovecharon la coyuntura para buscar nuevos recursos.
A Colombia, por ejemplo, llegaron más de 60 compañías júnior, para invertir en proyectos de exploración en la última década, aunque de toda esa inversión solo una de esas iniciativas se ha podido concretar en una obra en construcción. La mina de oro San Ramón, de la empresa canadiense Red Eagle.
El boom de la minería se empezó a notar desde el 2005, cuando la inversión extranjera directa para el sector minero fue de 565 millones de dólares. En el 2013 la cifra llegó a los 661 millones de dólares, es decir el 17 por ciento de toda el capital extranjero que llegó al país de nabera directa, ese año.
En medio de este auge de precios el país también decidió darle un vuelco a sus instituciones mineras.
Así, el Instituto Nacional de Investigaciones Geológico-Mineras, Ingeominas, que era la autoridad del sector, se divide en el Servicio Geológico Colombiano, encargado del conocimiento del subsuelo, y en la Agencia Nacional de Minería, que tiene la función de administrar la actividad del sector.
Ambas instituciones han logrado que hoy Colombia conozca con qué recursos cuenta en materia minera, precisó, por ejemplo, el potencial en cobre.
Pero también la actividad de fiscalización de la Agencia dejó en evidencia los altos niveles de informalidad de las explotaciones que persisten aún en minas que tienen títulos mineros legales.
EL VAIVÉN DE LAS METAS
El principal producto minero de exportación de Colombia es el carbón, y lo que pasa con este mineral, refleja una tendencia en la industria extractiva nacional.
La presencia de grandes jugadores internacionales como Glencore, AngloAmerican, BHP Billinton y Drummond han permitido al país mantener su preponderancia en materia carbonífera. Aunque los bajos precios llevaron a replantear las metas.
Basta recordar que según el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014, el año pasado el país debió alcanzar una producción de 124 millones de toneladas y el año pasado no fue posible alcanzar ni los 90 millones de toneladas.
El freno que se ha visto en los últimos dos años a la actividad carbonífera tiene que ver con dos factores que han golpeado a toda la industria extractiva: los bajos precios de las materias primas, pero también a la conflictividad social y laboral entorno a toda la industria minera.
En el 2013, por ejemplo, hubo paros laborales en Colombian Natural Resources, Drummond y Cerrejón lo que detuvo la producción. Este año, el freno viene por cuenta de una decisión de la Corte Constitucional que impide el tránsito nocturno del tren carbonero de Fenoco, lo que podría frenar la extracción de cerca de 15 millones de toneladas de carbón del Cesar.
Algo similar ha ocurrido con minerales como el oro, el ferroníquel y las esmeraldas, donde hay proyectos e intenciones de invertir, pero las empresas se quejan de inestabilidad jurídica.
ORO, ENTRE LA ILEGALIDAD Y PROYECTOS FRENADOS
Las reservas de oro en Colombia podrían posicionar al país como uno de los países con mayor producción de Suramérica. Pero el desarrollo de los proyectos ha encontrado con varios obstáculos.
El principal de ellos tiene que ver con las ubicaciones de los yacimientos, que, en muchos casos, se encuentran en ecosistemas sensibles, por lo que el eventual desarrollo de las minas genera preocupaciones ambientales.
Exactamente este es el caso de los proyectos mineros de la provincia de Soto Norte, en Santander. Parte de los títulos mineros de empresas como Eco Oro y Leyhat quedaron dentro del páramo de Santurbán, un ecosistema protegido, lo que impide el desarrollo de las minas, como estaban planeadas.
Otros proyectos en exploración, como La Colosa, de AngloGold Ashanti, se han encontrado con una gran oposición por parte de las comunidades, aún cuando todavía no se ha definido qué tipo de mina se pretende construir.
Pese a la ausencia de proyectos de mediana y gran escala en el país, la producción de oro ha crecido, y algunas voces como la de la Asociación Colombiana de Minería, temen que buena parte de esta nueva producción es ilegal.
Las cifras oficiales indican que hay más de 186 municipios del país con explotaciones ilícitas de oro, en algunas zonas esta actividad es utilizada para financiar grupos al margen de la ley.
EL FERRONÍQUEL, EN LA LUCHA POR MANTENERSE
Entre los diez productos de exportación más importantes del país se encuentra el ferroníquel, que se produce en Cerro Matoso, una mina ubicada en Montelíbano.
Sin embargo, tanto los precios de este mineral, como la declinación de los yacimientos tienen a la empresa buscando alternativas, ya no para crecer, sino al menos para mantenerse en el mercado.
De las 50.000 toneladas de mineral que producía la mina hace unos años, en el 2015 la compañía espera cerrar con una producción de 38.000 en el mejor de los casos.