Incidir sobre la expansión de la liquidez mediante el instrumento técnicamente más idóneo y, al propio tiempo, ponerle un dique a la caída del precio del dólar, son dos cosas que difícilmente caben dentro de la misma lógica, dado que sus efectos pueden resultar contradictorios. Así como el anuncio del límite de la tasa de usura fue mal interpretado -muchas personas lo tomaron como una autorización para reajustar las tasas de los créditos de consumo-, de igual manera las decisiones bajo comentario es posible que caigan en el mismo problema. Veamos el por qué de tal apreciación. El aumento en el costo del dinero lo que trata es de restarle dinámica a la liquidez, con el fin de evitar cualquier brote inflacionario que tenga origen en un descontrol de la oferta monetaria. La acción es eminentemente preventiva, pero con el ingrediente de que para los capitales extranjeros, siempre listos a conseguir la mayor rentabilidad posible en los mercados, es factible que sea tomada como un aliciente para aumentar las colocaciones en nuestro medio. A su turno, la intervención del Emisor en el mercado cambiario tiene el mensaje muy claro de que, por obra de la abundante oferta de divisas, no habrá lugar a un deterioro más fuerte de su precio. Lo que busca es evitar en cuanto sea posible las dificultades derivadas de la apreciación del peso. Hasta aquí vaya y venga. El problema grande surge en el momento en que los agentes económicos mezclan las cosas; de un lado, el anuncio de la intervención masiva y en la escala que sea necesario, no desestimula a los agentes económicos, pues la mayor tasa de interés se convierte en un aliciente para jugarle al mercado inyectándole dólares adicionales. De otro, los efectos de la defensa de la tasa de cambio por la vía de la intervención directa se pueden ver seriamente menguados a causa de la pérdida de efectividad, ocasionada por el aumento del circulante producido por el ingreso de las nuevas divisas atraídas por la mayor rentabilidad. No se puede ignorar que en el mismo momento y a la misma hora, se podrían producir dos efectos opuestos a lo que se quiere obtener: controlar el incremento de la liquidez y evitar la apreciación de la moneda. En la práctica lo que puede acontecer es que la liquidez no disminuya en el monto necesario y la tasa de cambio continúe siendo un problema. Ahora que menciono el caso, debo recordar que los mercados internacionales de capitales han crecido notablemente. Si bien ello refleja en parte la expansión de la economía mundial, el aumento del comercio internacional y la globalización de la producción, los movimientos de capitales están vinculados también con factores puramente financieros, como es el caso presente. Dispuesto como está el Banco de la República a acumular más reservas internacionales a medida que compra las divisas aportadas por la afluencia de capital, sin esterilizar del todo sus efectos monetarios, hay que confiar en que la gente le crea al Banco que el tipo de cambio se colocará en el nivel deseable, y que la relación entre el tipo de cambio nominal y la inflación es favorable para los propósitos de la política. Por lo equívoco del mensaje me temo que eso no ocurra. Hay que confiar en que la gente le crea al Banco que el tipo de cambio se colocará en el nivel deseable.
Finanzas
31 ene 2007 - 5:00 a. m.
Mensaje equívoco
Con un mensaje que no puede calificarse de manera distinta a equívoco, la Junta Directiva del Banco de la República le comunicó a los colombianos las decisiones que tomó en su primera reunión del año. Subir la tasa de interés para prevenir cualquier amenaza de inflación e intervenir en el mercado cambiario en cualquier momento y en cantidades indeterminadas para evitar la revaluación, son las dos razones que las justifican.
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