Sin tomar muy en cuenta los fracasos de la Ronda Doha, supuestamente destinada a establecer las bases para una agenda de liberalización del comercio que le diera al orbe la oportunidad de lograr un mayor desarrollo, se declararon decididos partidarios de la apertura, amenazada -creen ellos- por los graves acontecimientos acaecidos en las últimas semanas. Es probable que, advertidos del cambio de rumbo que experimentó la historia con el advenimiento del llamado neoliberalismo, consideren que los dirigentes de las naciones en desarrollo estén dispuestos a revivir etapas ya superadas, demostrando con eso una torpeza infinita. Aunque se reconozca que el tan cacareado modelo, en lugar de haber ayudado a entrar en una etapa de extensión y mejora del bienestar general, implicó en muchos casos una marcha atrás, fortaleciendo aspectos regresivos del sistema, no es esta la hora de volver la mirada atrás para quedar literalmente como verdaderas estatuas de sal. A pesar de que son pocas las pruebas de buena voluntad de las economías avanzadas, es preciso abrirle espacio a la aplicación de la idea de que el comercio internacional puede ser bueno para el desarrollo. El argumento a favor de la liberalización del comercio es que posibilita la expansión del tamaño de los mercados, permitiendo a la economía global sacar aún mayor partido de las economías de escala y mejora la eficiencia global en la producción y el intercambio (Stiglitz 2007). Con esta premisa, se puede afirmar que la liberalización debe ser gestionada cuidadosamente para garantizar que los países en desarrollo se beneficien de ella y no acaben en peor situación. Concebida la sociedad ante todo como un entramado de mercados, el mundo debe convertirse en uno inmenso y las fuerzas que lo sostienen deben actuar con plena libertad, salvando las barreras que imponen los Estados. El comercio de mercancías y los movimientos del capital no deben tener límites, era la tesis central del modelo. Lo ocurrido demuestra que las cosas en el mundo real no funcionaron así y que, por tanto, es necesario estructurar una nueva teoría. ¿Y por qué?, se preguntarán muchos. Por una sencilla razón: porque de un modo general, se puede afirmar que los países industrializados han defendido sobre el papel las ventajas de aplicar el librecambio, pero sin abandonar nunca las prácticas proteccionistas cuando así les ha convenido, lo que equivale a decir casi siempre, dado que han existido fuertes diferencias entre ellos en cuanto al grado de desarrollo, son múltiples los sectores afectados y entran en juego enormes intereses. La historia es abundante en ejemplos de prácticas y maniobras proteccionistas. El doble lenguaje que los países industrializados han mantenido en lo referente al libre cambio alcanza un alto grado de cinismo cuando se consideran sus relaciones con nuestros países. Siempre han estado más interesados en venderles cuanto pueden y en comprarles lo menos posible que en los beneficios que obtienen del intercambio desigual, de manera que han levantado un proteccionismo estricto para aquellos productos -en especial agrícolas- en los que las ventajas del Tercer Mundo son considerables. Para la muestra un botón: la política agrícola común de la Unión Europea ha descansado siempre en el proteccionismo y, algo peor, en la práctica del dumping a través de subvenciones a las exportaciones. Así las cosas, no es sano volver a la mala práctica del cierre de las fronteras, pero tampoco es saludable seguir la fórmula anterior al desastre. rosgo12@hotmail.com '' La política agrícola común de la Unión Europea ha descansado siempre en el proteccionismo y, algo peor, en la práctica del dumping a través de subven- ciones a las exportaciones.WILABR
Finanzas
27 nov 2008 - 5:00 a. m.
Mirando el futuro
Preocupados por una eventual reversión del proceso de apertura de los mercados, los 21 miembros del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (Apec) le apuntaron en la reunión celebrada en Lima al libre comercio como la forma más indicada para mitigar la crisis, comprometiéndose a respaldar a los países emergentes para que sean los impulsadores de la economía universal.
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